272015Abr
¿Sabes que hay una ansiedad silenciosa?

¿Sabes que hay una ansiedad silenciosa?

(Tiempo de lectura 4 minutos)

A veces no comprendemos nuestras reacciones, y eso es porque no atendemos al lenguaje en el que constantemente nos hablan nuestras emociones.

Es realmente saludable poder tener el conocimiento y la capacidad para manejar los distintos componentes que dan lugar a la ansiedad: el fisiológico, el motor o el cognitivo. Algunos de estos componentes son fácilmente identificables por quien los vive y también por aquellos que nos rodean, pero algún otro… no tanto.

En algunos momentos nuestro cuerpo nos delata, nuestra postura se tensa, haciéndonos parecer estatuas, de cara rígida y expresión incómoda. En ocasiones también, nuestro sudor se hace presente “justo en el momento más inoportuno”. Ante estas situaciones, no hay duda, nuestra reacción fisiológica confirma que estamos ansiosos.

De igual forma, cuando nuestras piernas se mueven inquietas, nuestra mirada cae hacia el suelo incesantemente, una de nuestras manos cubre nuestra boca “como si tuviera que impedir el decir algo inadecuado”, o cuando repetimos continuamente algún gesto como mirar el reloj o tocarnos el pelo, el componente motor de la ansiedad entra en escena.

El componente cognitivo de la ansiedad, el pensamiento ansioso, es más discreto, más silencioso, más disimulado ante los demás, pero quizás por ello, puede convertirse en el más dañino para quien lo vive.

Todo pensamiento que dé forma a algo percibido por uno mismo como una amenaza, es un pensamiento ansioso. En principio, pensar en las amenazas que nos surgen o puedan surgir durante la vida, nos ayuda a prepararnos y conseguir recursos ante ellas –preveo que llegar tarde a una entrevista sería algo amenazante para mis objetivos, pienso en ello: pensamiento ansioso, busco recursos para llegar a tiempo, y se diluye el pensamiento ansioso–. Hasta aquí, por tanto, ciertos pensamientos ansiosos son adaptativos, debemos escucharlos y atender a sus mensajes para protegernos y para responder ante dichas amenazas.

El límite entre el pensamiento ansioso saludable y el pensamiento ansioso problemático, lo cruzamos cuando nuestros mensajes internos dejan de avisarnos fiablemente de amenazas, y se convierten ellos, en sí mismos, en la mayor amenaza: “Ojalá pudiera detener el pensamiento aunque sea por un momento”, “Ojalá pudiera no pensar continuamente en todo lo malo que pueda ocurrir y pudiera ser más positivo”, “Ojalá pudiera borrar estas imágenes de mi cabeza”…. Cuando deseamos “este tipo de Ojalás” sobre nuestro pensamiento, durante un tiempo prolongado y no conseguimos que se cumplan, probablemente es porque nos encontramos en un estado de ansiedad cognitiva que no estamos sabiendo resolver.

Pensar incesantemente en aquello que podríamos haber hecho mejor, en aquello que puede ocurrir y nos preocupa, repasar, “rumiar» una y otra vez las mismas escenas pasadas… nos entristece, nos aleja del aquí y ahora, y nos limita para poder disfrutar de las cosas que sí marchan bien en nuestra vida. Vernos invadidos por mensajes o imágenes que nos provocan malestar, es una forma de ansiedad cognitiva, y está a nuestro alcance aprender y adquirir herramientas para saber manejar esas situaciones.

Nuestra propia personalidad o una serie de circunstancias en nuestra vida, pueden llevarnos a instalarnos en un estilo de pensamiento ansioso. El contenido de este pensamiento puede ser muy variado: posibles problemas de salud, incertidumbre ante acontecimientos cotidianos, temor desproporcionado ante la suciedad o el desorden, inseguridad en la vida laboral o la vida en pareja… En estas circunstancias, más allá del propio contenido amenazante del pensamiento, la terapia psicológica ayuda de forma eficaz a las personas a tener otra perspectiva sobre la forma de su pensamiento.

El pensamiento, aun siendo rumiativo, obsesivo, ansioso…no es algo que podamos detener, eliminar. No es cuestión de abolirlo, sobre todo porque no podemos. Es cuestión de aprender a entender su forma, su función, descubrir la necesidad que intenta, y no logra cubrir.

Reencontrarnos con una forma de pensamiento que sí nos ayude a satisfacer esa necesidad. Cuando lleguemos a ese estado… y es sin duda posible… el pensamiento dejará de ser una amenaza y se convertirá en un medio para lograr nuestro bienestar

Editorial

Este artículo ha sido creado por el Equipo Editorial de Área Humana, dirigido por Julia Vidal. Todo su contenido –edición, texto e imágenes– tiene derechos de propiedad intelectual y no podrá ser reproducido sin el permiso expreso de Área Humana.
Han colaborado en el contenido:

Psicólogos Madrid José SerranoJosé Serrano

Psicólogo Sanitario. Especialista en Psicología Clínica. Experto en trastornos del estado de ánimo, estrés y ansiedad.

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