¿Por qué nos da vergüenza decir que voy al psicólogo?
Julia Vidal, directora del Centro de Psicología Área Humana y responsable del área clínica, y Marta Giménez, doctora en Psicología y responsable del área de investigación e innovación, participan en el suplemento semanal «ZEN» del diario El Mundo, en su edición del domingo; para hablarnos de «por qué nos da vergüenza decir que vamos al psicólogo». (Esta es una transcripción del contenido publicado en el diario El Mundo)
El miedo al rechazo, a que nos juzguen o a que piensen que somos débiles provoca que muchos aún se lo oculten a su entorno.
Por Patricia Lozano
Son muchas las personas que han acudido a la consulta del psicólogo en alguna ocasión. En concreto un 4,6% de la población mayor de 15 años –casi 1.800.000 personas–, según la Encuesta Europea de Salud en España en 2014. Pero pocos son los que lo reconocen abiertamente ante sus familiares, amigos y compañeros de trabajo.
Es posible que le haya sucedido a usted mismo o incluso a alguno de sus amigos y usted no lo sepa. Esto es lo que le ocurrió a Maite, de 32 años. En una ocasión se vio sobrepasada por una situación laboral complicada y empezó a detectar síntomas de depresión, por lo que decidió acudir a la consulta de un psicólogo que encontró tras realizar una búsqueda por Internet. «Me habría gustado ir por la recomendación de alguien pero no conocía a nadie que hubiera ido a un especialista, al menos que yo supiera», afirma. Al principio, no se lo dijo a nadie, ni a su pareja, ni a sus padres, ni a sus amigos más íntimos. «Tenía miedo de que me juzgaran, de que pensaran que era débil o que me pasaba algo raro», reconoce.
Las causas
Lejos quedan ya esos tiempos en los que salud mental era un asunto ligado a manicomios y camisas de fuerza, pero ¿por qué aun así nos sigue dando vergüenza admitirlo? «Eso es debido, en gran parte, al desconocimiento, sustentado en una serie de estereotipos erróneos que son difíciles de superar y que promueven el estigma de las personas que presentan algún tipo de problema», cuenta Susana Villamarín del Consejo de la Psicología de España.
Estereotipos como considerar que sólo las personas desequilibradas necesitan ayuda, y finalmente, por miedo al rechazo o a sentirnos discriminados, callamos. Las personas que acuden a terapia acaban sintiendo vergüenza «ante la posibilidad de sentirse humilladas si lo cuentan», explica Julia Vidal, psicóloga y directora de Área Humana Psicología. «El temor a lo que piensen de nosotros es algo habitual. De hecho es la base de la timidez, es decir, el miedo a la evaluación social», complementa Antoni Martínez, psicólogo y director del centro Psicología en Positivo en Valencia.
«Las personas que acuden a terapia acaban sintiendo vergüenza «ante la posibilidad de sentirse humilladas si lo cuentan», explica Julia Vidal. «O el miedo a ser etiquetados como personas incompetentes, que no han sido fuertes para afrontar situaciones o superar sus problemas. Algunos viven el ir al psicólogo como un fracaso en la gestión de su vida»
Pero también, además de vergüenza, puede aparecer el «miedo a ser etiquetados como personas incompetentes, que no han sido fuertes para afrontar situaciones o superar sus problemas. Algunos viven el ir al psicólogo como un fracaso en la gestión de su vida», cuenta Vidal. Por otro lado, existe el problema de que contarlo implica visibilizar que en su vida sucede algo negativo y muchas personas prefieren ocultarlo y mostrar a su entorno que ésta es mucho más idílica de lo que realmente es.
Por lodo ello, son muchos los que temen este estigma social que cataloga a las personas que van a terapia como locos, pero nada más lejos de la realidad. «Los que vamos al psicólogo no estamos mal de la cabeza, sólo algo perdidos y necesitamos que los profesionales nos den las herramientas necesarias para poder volver a tomar las riendas de nuestra vida», explica Maite. Ella se resistía a hablar de ello, pero un día, en una cena con amigos surgió el tema, descubrió que no era la única y se quitó los miedos. «Se esta produciendo un fenómeno en muchos círculos que es el de comentar acerca de sus experiencias con psicólogos. Comparan experiencias en los tratamientos y métodos, se hacen recomendaciones, etc.», dice Vidal.
«Se esta produciendo un fenómeno en muchos círculos que es el de comentar acerca de sus experiencias con psicólogos. Comparan experiencias en los tratamientos y métodos, se hacen recomendaciones, etc.», dice Vidal
Un cambio positivo
Aunque aún nos sigue dando reparo hablar de ello, los expertos reconocen que en los últimos tiempos se ha producido un cambio de tendencia muy positivo hacia la normalización, en gran medida impulsada por los jóvenes. La misma encuesta europea desvela que en torno al 5% de personas entre 15 y 34 años acudieron a este especialista en 2014. Las generaciones actuales están más dispuestas a acudir al psicólogo y a decirlo en voz alta. «Han ayudado cosas como que muchos han conocido ya a la figura del profesional de la psicología en su escuela, instituto y han perdido los tabúes», asegura Martínez. Los medios actuales también ayudan. «Hay muchos psicólogos con canal de Youtube, podcast, blog, etc.», continúa.
Las mujeres también han erigido la bandera hacia la normalización: «Existen datos que indican que la demanda de ayuda psicológica en ellas es el doble que en hombres (en una proporción de 70% frente al .30%», afirma Villamarin. Según explica la experta en cuestiones de género, la doctora en Psicología Marta Giménez, en las mujeres «no genera tanta vergüenza el decir que se consulta a un psicólogo. Quizá porque las normas de género femeninas favorecen la atención a las emociones. También porque entre sus roles está el cuidado del bienestar de las personas de su entorno, con lo cual, ante dificultades, piden ayuda con más facilidad. Sin embargo, en los hombres, la masculinidad tradicional ha enfatizado la independencia y el control de las emociones como algo propio de los hombres», lo que les dificulta pedir ayuda a un profesional o verbalizarlo.
En las mujeres «no genera tanta vergüenza el decir que se consulta a un psicólogo. Quizá porque las normas de género femeninas favorecen la atención a las emociones. También porque entre sus roles está el cuidado del bienestar de las personas de su entorno, con lo cual, ante dificultades, piden ayuda con más facilidad. Sin embargo, en los hombres, la masculinidad tradicional ha enfatizado la independencia y el control de las emociones como algo propio de los hombres», explica Marta Giménez
¿Por qué acudimos?
La consulta de un terapeuta ya no es terreno vedado sólo para personas que presentan un trastorno psicológico grave. Más bien todo lo contrario. «Las personas van entendiendo que hay diferentes y variadas razones para acudir a terapia, como para enfocar un problema laboral, abandonar hábitos, reducir el estrés, mejorar la comunicación en pareja, etc.», asegura Vidal.
«Las personas van entendiendo que hay diferentes y variadas razones para acudir a terapia, como para enfocar un problema laboral, abandonar hábitos, reducir el estrés, mejorar la comunicación en pareja, etc.», asegura Vidal.
Este nuevo enfoque ha provocado que en los últimos años se haya vivido un aumento de personas que deciden acudir al psicólogo: los datos aportados en el estudio europeo de salud en España hablan de un incremento del 3.5% en 2009 al 4.6% actual. Y entre los motivos de consulta más frecuentes figuran los problemas relacionados con la depresión, la ansiedad y el estrés. De hecho, una investigación llevada a cabo en 2010 índica que la mayoría de las demandas en consulta (51,16%) se restringen a tres categorías: trastornos de ansiedad (crisis de ansiedad, angustia, obsesiones), del estado de ánimo (tristeza, irritabilidad y depresión) y adaptativos (estrés ante cambios de situación, enfermedad, etc.). La OMS ya alertó de este repunte y confirmó en un estudio que cerca del 10% de la población mundial presenta un trastorno de depresión o ansiedad.
¿Las razones? «Cada vez recibimos más personas que tienen dificultades en sus relaciones personales. Tenemos problemas para comunicarnos y expresar lo que sentimos, aunque parezca un contrasentido con las redes sociales. Estas tienen un papel que puede ser bueno, pero son un sucedáneo de una comunicación cara a cara». Otra de las razones del ascenso de los casos de ansiedad y depresión de los últimos años podríamos encontrarla en la irrupción de la crisis económica.
Aprendamos pues a aceptar que ir a terapia es solamente una forma de mejorar nuestro bienestar emocional, «igual que vamos al fisio si tenemos contracturas o al nutricionista si queremos mejorar nuestra alimentación». dice Martínez. Y no tengamos miedo a decirlo en voz alta, con el orgullo de quien ha sabido detectar un problema y ponerle remedio.
Una investigación llevada a cabo en 2010 índica que la mayoría de las demandas en consulta (51,16%) se restringen a tres categorías: trastornos de ansiedad (crisis de ansiedad, angustia, obsesiones), del estado de ánimo (tristeza, irritabilidad y depresión) y adaptativos (estrés ante cambios de situación, enfermedad, etc.)
Miedo a ir a terapia
Hay mucho desconocimiento sobre la validez de la psicología y de la terapia y sobre si la inversión económica que se va a realizar merecerá la pena en realidad. Y ante la aparición de un problema de estas características, muchas personas tienen la esperanza de que éste desaparezca por sí solo, lo que puede llegar incluso a agravar el problema.
Es común pensar: «me da vergüenza contarle mis intimidades a un desconocido», «¿y sí no me entiende?» o «qué va a pensar de mí?». «Dar el paso puede costar. Nos da respeto ir al psicólogo por el temor a lo desconocido, a abrirnos, a contar las cosas… El factor más importante de éxito en una consulta es el de la alianza terapéutica, la relación de ayuda que se establece entre profesional y consultante», explica el psicólogo Martínez. «En estos no he dejado de oír a muchas personas decir “me alegro de haber tenido este problema, pues gracias a venir a consulta he aprendido tanto, que mi vida es mucho mejor que antes del problema’», dice Villamarín.
¡Estoy en el psicólogo!
Confieso que observo con un cierto ojo clínico (y compasivo) cómo reaccionan mis pacientes cuando les suena el móvil en la consulta. Suelo contener curiosa la respiración esperando qué dirán. La respuesta suele ser siempre la misma «estoy en el médico» o «estoy en una reunión». En contadas ocasiones he escuchado a alguien reconocer abiertamente «estoy en el psicólogo».
Suelo dar una explicación positiva a estas reservas. La consulta del terapeuta es un espacio íntimo donde sentir que tienes poder, permiso y protección para expresar tus verdaderos sentimientos. Es la desesperanza la que lleva a las sesiones después de haberlo probado todo sin ningún resultado. Por eso, constituyen un momento de esperanza en poder transformar tu vida, que ha de quedar al reparo de miradas indiscretas y preguntas sarcásticas o alarmadas «¿tan mal estás?».
Además de ser personas sabias que desean transformar sus vidas, los pacientes son muy valientes. Se enfrentan a los clichés de un entorno social que todavía hoy desconoce qué se hace dentro de una consulta y superan el estereotipo a lo Woody Allen que dice que son bobalicones porque se creen que el psicólogo escucha sus penas cuando, en realidad, está pensando en sus cosas, o son unos conformistas, como sugiere el chiste «yo antes tenía un problema, fui al psicólogo ahora sigo teniéndolo, pero ya no me importa». Son muy fuertes cuando se enfrentan al hecho de ser considerados «locos» por ir a consulta porque se supone que los «cuerdos» no lo necesitan o cuando les imaginan débiles, incapaces de manejar sus vidas por si mismos, porque hay quien ignora que es de sabios saber pedir ayuda cuando se necesita (a nuestra cultura le gustan los héroes tipos duros que se lamen solos sus heridas, como Clint Eastwood). Los hombres, además, tienen que superar la represión del «los chicos no lloran». Aprecio a los pacientes porque asumen el valor de no ponerse más excusas o echarle la culpa a los demás o al mundo ¡con lo fácil que resulta! Saben que habrán de poner mucha energía para modificar conductas, pensamientos o hábitos, pero, aún así, persisten en su deseo de tomar las riendas de sus vidas. Yo, como profesional, aprendo mucho de ellos cada día.
Hoy se están dando pasos de gigante. Antes la psicología se centraba en su dimensión clínica, en el legítimo deseo de aliviar el dolor y el sufrimiento de los individuos. Pero desde los 90 la ciencia ha ampliado su marco de investigación a las áreas de salud y bienestar, al darse cuenta de que no basta con dejar de estar mal, hay que aprender también a estar bien y empieza a aplicarse la máxima de que más vale prevenir que curar. O dicho en lenguaje de los pacientes «no quiero que me pase…». Los estudios en torno a la neurociencia abren la puerta a reconocer que saber manejar las emociones o las relaciones, no sólo mejora la productividad y el aprendizaje, sino que modifica nuestro cerebro. Gracias a esto, cada vez son mas los «auténticos héroes» que quieren cambiar su vida. Pero, eso sí, siguen siendo héroes anónimos. Isabel Serrano-Rosa. Psicóloga.
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