(Tiempo de lectura 10 minutos) Hay un término del que se habla mucho, más en momentos del año donde la comida se convierte en protagonista, es el comer emocional. Todas y todos conocemos la estrecha y en ocasiones compleja relación que cada persona tenemos con la comida, con nuestra alimentación; y cómo en esa relación la emociones tienen un destacado protagonismo.
Engordo por lo estresado que estoy, si me siento mal necesito comer dulce, si estoy a gusto lo que más feliz me hace es comer “chuches”, si estoy preocupada me es imposible comer…
Gran parte de lo que nos acontece en la vida lo relacionamos con la comida: celebraciones, acontecimientos…, pero también asociamos a la comida situaciones de estrés, de desconcierto, tristeza o angustia.
La forma en la que nos alimentamos está influida por factores biológicos, geográficos, sociales, culturales… y sin duda emocionales. Es la combinación de todos esos factores la que va a determinar cómo comemos cada una de nosotras y nosotros.
Este artículo va a centrarse en los factores emocionales de la comida, en el comer emocional.