
Modelos afectivos, roles de género, creencias… Analizamos qué subyace tras la violencia de género
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El amor es uno de los sentimientos más valorados y deseados por la mayoría de las personas. Los significados y manifestaciones han ido evolucionando a lo largo de la historia y las sociedades, constituyendo en el imaginario colectivo de la mayoría una promesa de felicidad, alegría, bienestar o plenitud. Sin embargo, cuando hablamos del amor en la pareja, surgen en ocasiones imágenes contrapuestas y realidades que distan mucho de ser experiencias gratificantes y generadoras de bienestar, muy al contrario evocan desamor, odio o violencia… violencia de género.
¿Cómo explicar sino la vigencia de expresiones como «merece la pena sufrir por amor» o «quien bien te quiere te hará sufrir»?
No cabe duda que este tipo de mensajes y creencias en parte son mitos, pero también, a la luz de noticias, estadísticas e informes muy recientes, son realidades de plena actualidad, que trastocan sustancialmente la idea de relaciones amorosas basadas en la libertad, creatividad e igualdad para el desarrollo personal de los miembros de una pareja.
Evolución anual. Mujeres víctimas de Violencia de Género
El 25 de noviembre es el Día Internacional contra la Violencia de Género. En mi experiencia como psicóloga y en relación a este tema, me encuentro que muchas mujeres que están en una relación en la que se sienten, de algún modo, menospreciadas, incluso maltratadas por su pareja, comparten un sentimiento: la culpabilidad. Son ellas las que se sienten culpables porque su relación de pareja no va bien:¿Será que me he vuelto desconfiada y exigente? ¿Tendrá razón que soy yo la que pide demasiado?. O que no entienden por qué cuando intentan hablar con sus compañeros sentimentales sobre sus necesidades o deseos, se sienten ignoradas, incluso ridiculizadas: ¿Otra vez con tus tonterías? ¿Ya has estado dándole al coco?
Hay indicadores que ponen de manifiesto falta de empatía e interés genuino de tu pareja y constituyen microviolencias cotidianas que generan confusión y afectan psicológica y emocionalmente a quien recibe estos mensajes en el contexto de afectividad. Estas situaciones podrían desembocar en Violencia de Género.
También llegan a consulta hombres que son conscientes de sus malas reacciones en la relación de pareja y acuden para mejorar su control sobre la ira o el enfado. Muchos caen en la cuenta que son justamente sus madres, hermanas, mujer o hijas las que les “sacan especialmente de sus casillas”, a pesar de no sentirse “machistas” o tener nada en contra de las mujeres.
La violencia contra las mujeres, la Violencia de Género, ha sido y es una de las grandes lacras de las sociedades actuales, que a pesar del fuerte repudio por parte de las instituciones y estados y la abierta oposición y lucha por eliminar las desigualdades entre los géneros, sigue vigente.
En una clase, las niñas y los niños de un modo espontáneo –hecho que refleja hasta que punto estos roles están interiorizados–, dibujan lo que para ellas y ellos es un profesional que, apaga fuegos, hace cirugía o comanda un avión de combate. El resultado es que 61 de los dibujos mostraban hombres, y sólo 5 eran dibujados como mujeres. Tened en cuenta que en inglés no se diferencia el género en las palabras que definen estas profesiones y que las maestras proponen a la clase: «firefighter» (bombera o bombero), «surgeon» (cirujana o cirujano) y «fighter pilot» (piloto de combate). Veamos el vídeo.
Violencia de Género: la violencia y el género en las relaciones de pareja
En este contexto de reflexión, y teniendo en cuenta que la Violencia de Género es un fenómeno de gran complejidad en el que intervienen factores muy diversos, voy a tratar en este artículo de contribuir a identificar situaciones de riesgo, revisar nuestras creencias sobre el amor y potenciar habilidades y competencias que favorezcan relaciones y vínculos afectivos saludables.
Revisando los avances en materia de igualdad entre hombres y mujeres en los últimos años, en ocasiones se puede tener la sensación de que la igualdad está bastante conseguida. Sin embargo permanecen vigentes falsos mitos, creencias y estereotipos («Nuevo mapa de los mitos sobre la Violencia de Género en el siglo XXI. Bosch & Ferrer, 2012») que nos indican que se está aún muy lejos de resolver este complejo problema.
Nacer hombre o mujer, no solo es una cuestión de diferencias biológicas, constituye una experiencia psicosocial con implicaciones sobre la identidad personal que influye en las formas de ser y estar en el mundo. Las ideas y creencias sobre lo que es apropiado para el hombre o para la mujer se han ido construyendo a lo largo de la historia, favoreciendo estereotipos de género sobre la masculinidad y la feminidad, que si bien varían en sus manifestaciones en las distintas culturas, condicionan diferencialmente, en función del sexo, las experiencias vitales, los aprendizajes, las valoraciones que las personas realizan de si mismas y los demás y como no, también las formas de amar o interpretar el mito del amor romántico.
Los hombres son educados para ser independientes, orientados a la acción y la consecución de logros y metas, hacia la racionalización (que en mi opinión no es lo mismo que la racionalidad), el control sobre la expresión emocional y por supuesto por el mantenimiento del control de las situaciones, la autorrealización en el ámbito de lo público, la preservación de sus espacios personales y la protección de sus bienes (intelectuales, económicos, sociales y familiares).
Mientras que complementariamente las mujeres, en oposición a lo masculino, se les educa para el cuidado de los otros en el espacio privado de lo doméstico (madre, esposa, amante, amiga), la atención y expresión de las emociones (que no necesariamente gestión emocional), la salud, la belleza y el mantenimiento de los vínculos familiares. Así, es frecuente que las mujeres sobredimensionen la implicación en el amor.
La consideración sobre qué emociones son propias de los hombres y cuales de las mujeres son también consecuentes con estos esquemas de funcionamiento social. Así, el enfado y el orgullo están más reforzadas en los hombres, mientras que la tristeza, el miedo, la culpa y la ansiedad son consideradas más habituales y propias de las mujeres.
Los cambios producidos con la participación de las mujeres en el ámbito público y la adquisición de derechos en igualdad, ha supuesto una ruptura en el orden considerado por muchos “natural”. En estas situaciones se produce una tensión que choca con los estereotipos y creencias interiorizadas por algunas personas y que en parte, podrían explicar por qué aparecen reacciones emocionales y conductas tan desajustadas, y en su expresión más extrema la Violencia de Género.
Mitos tales como que “los hombres son violentos por naturaleza y cualquier hombre puede perder el control sin ser un maltratador” (Le dije que no empezara, que no podría contenerme…) o que “un hombre debe imponer el orden y el control, sino no es un hombre”, junto a ideas tales como que una mujer muy seductora es responsable de la pérdida de control de un hombre (Iba provocando, ella se lo buscó…), son algunos de los pensamientos irracionales y contradictorios que siguen justificando la Violencia de Género.
Creencias disfuncionales sobre el amor
Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres en una entrevista en La Sexta, que recogemos a continuación, respondía a la pregunta: «Este año ha habido un aumento en los casos de violencia de género entre menores de edad. ¿A qué se debe ese repunte?». Y mencionaba como una de las causas, las relaciones de pareja y afectivas, donde se mantienen aún modelos de sumisión y control, conceptos erróneos del llamado «amor verdadero», mitos y referencias que se difunden a través de la publicidad y algunos productos culturales. Plantea también en su respuesta, que la educación afectivo sexual en las escuelas es fundamental, para potenciar relaciones en igualdad y evitar modelos que, según afirma Marisa Soleto, son o podrían ser la antesala de la violencia de género.
Los estereotipos al igual que los mitos del amor romántico ejercen su influencia de manera automática y guían nuestras actitudes y comportamientos sin que apenas nos demos cuenta.
Ferrer y Bosch (2013) mencionan algunos resultados de investigaciones recientes en España que reflejan que el amor romántico también muestra diferencias de género: «Así las estudiantes universitarias muestran una idealización del amor, una entrega incondicional a la relación amorosa, con una valoración positiva de la renuncia a los propios deseos y necesidades para satisfacer a la otra persona, sentimientos de protección y cuidados del otro por encima de la satisfacción de las propias necesidades e intereses, un concepto del amor basado en el sacrificio del yo, la identificación con el otro y entrega total a sus deseos, y un deseo de conservar los vínculos de pareja por encima de cualquier otro tipo de consideraciones. Mientras que los varones muestran una menor disposición a la renuncia total, al sacrificio personal y la entrega, y una mayor contención emocional» (p. 109).
De esta manera existen creencias disfuncionales que subyacen a cuatro grandes grupos de mitos sobre el amor romántico: el amor lo puede todo, el verdadero amor predestinado, el amor es lo más importante y requiere entrega total, el amor es posesión y exclusividad; que dificultan la identificación de situaciones desadaptativas en las relaciones de pareja e incrementan el riesgo de establecer y permanecer en relaciones de mal trato o de Violencia de Género.
La dependencia emocional es uno de los riesgos de este sistema de creencias, definida como necesidad excesiva de índole afectiva de la persona amada.
Las distorsiones más frecuentes halladas en personas dependientes emocionalmente fueron:
- Falacia de control: creerse responsables de todo lo que ocurre a su alrededor o bien en el otro extremo se ven impotentes y sin que tengan ningún control sobre los acontecimientos de su vida.
- Falacia de justicia: tendencia de valorar como injusto todo aquello que no coincide con nuestros deseos y necesidades.
- Falacia de cambio: los otros son quienes han de cambiar primero su conducta, ya que creen que depende solo de aquellos.
- Los deberías: mantener reglas rígidas, exigentes y absolutistas sobre cómo tienen que suceder las cosas, cualquier desviación de estas se considera insoportable y conlleva una alteración emocional extrema. (Lemos Hoyos, Londoño & Zapata, 2007).
Al pensar en mi trabajo de psicóloga, en las características de las mujeres y hombres que han solicitado asesoramiento en temas directa o indirectamente relacionados con sus relaciones, observo que existen ciertas diferencias de género en estas distorsiones o sesgos cognitivos, y en la forma de resolver y reaccionar ante los conflictos en la relación de pareja. Es más frecuente en mujeres la “falacia de control” (que evoluciona de un extremo en los primeros momentos hasta el opuesto cuando las situaciones se cronifican). En los hombres la “falacia de justicia y de cambio”. Mientras que en ambos sexos “los deberías” están presentes aunque varían en función de las creencias personales y las creencias del amor.
Las relaciones que se establecen dentro de esta concepción del amor como “amor cautivo” propicia el establecimiento de relaciones donde la individualidad desaparece y la pareja lo inunda todo.
El mito de la media naranja es un claro exponente de este tipo de ideas de “amor-fusión”.
Esta visión donde la autonomía personal, gestión del tiempo, espacio y actividades se ve mermada, hace que, cuando se producen conflictos o posibles rupturas, se afronte de un modo muy desequilibrado y violento (germen de la Violencia de Género).
La mirada renovada sobre el amor, requiere plantearse una nueva ética del amor que sea compatible con la aceptación de las diferencias, respeto hacia uno mismo y hacia el otro, que potencie la idea de que, al igual que otros sentimientos, el amor es dinámico, se desarrolla y requiere cuidados, esfuerzo y voluntad de mantener la ilusión y el deseo. (Luengo & Rodríguez Sumaza, 2009).
5 claves fundamentales para una relación de pareja equilibrada y saludable
¿Por donde empezar en mi relación de pareja?
- Revisa tus ideas sobre el amor y tus definiciones del “ser hombre y mujer” en tu relación. Las personas somos seres sociales e interdependientes. Esto transforma la lógica de los cuidados hacia una misma y los demás.
- Asume tu responsabilidad de satisfacer tus necesidades y atender tus intereses individuales y personales.
- Cuida tus espacios personales, actividades y relaciones sociales propias
- Revisa el estado de tus competencias básicas para el mantenimiento de modelos de pareja igualitarios, que siguiendo a Serrano (2012) principalmente son:
- Autoafirmación: capacidad de sentirse agente de la propia vida, tener ideas y deseos propios, actuando desde la libertad, la creatividad personal y el respeto propio y de los otros, pero no bajo la coacción o imposición de los otros.
- Asertividad: estilo y comportamiento comunicacional maduro que permite la expresión de convicciones, pensamientos, sentimientos y la defensa de sus derechos sin agredir ni someterse a los demás. Permite la expresión consciente, congruente, clara y directa, actuando desde un estado interior de autoafirmación, en lugar de la emocionalidad limitante típica de la ansiedad, la culpa o la rabia y permite afrontar los conflictos de manera honesta y respetuosa. La escucha empática, la revisión de sesgos o distorsiones cognitivas y la capacidad para reconocer las emociones y pensamientos propios y ajenos, favorecerá el desarrollo y fortalecimiento de vínculos amorosos saludables.
- Atiende a tu capacidad para anticipar y comprender tus propios estados mentales y de los demás. La empatía forma parte de este conjunto de funciones relacionadas la capacidad de imaginar y descifrar estados en los otros en combinación con la propia reflexión sobre los estados propios.
- Chequea tus evaluaciones y valoraciones sobre las personas y sobre ti misma/o. La autoestima está influida por la forma que valoramos a los demás y la forma en la que nos valoramos a nosotros mismos. Es frecuente encontrar personas que idealizan a los demás y se desvalorizan a sí mismas, o viceversa.
- Desarrolla recursos y estrategias adecuadas para la regulación emocional: la capacidad de modular los estados emocionales de forma adecuada nos permite manejar y tolerar las emociones agradables y desagradables, de manera que constituyan formas de adaptación saludables y funcionales y te permitan distinguir lo favorable y desfavorable para tu vida.
- Comparte tiempo de calidad con tu pareja, pero también contigo mismo/a. La conexión con uno mismo es fundamental para identificar las fuentes de malestar.
Cuando la confusión se apodera de tus emociones y pensamientos sobre ti, tu pareja, el amor o tu vida y no entiendes por qué “quien bien te quiere te hace llorar”… no dudes, busca información. Un asesoramiento psicológico a tiempo te puede ayudar a dimensionar el origen de los conflictos y poner en marcha soluciones efectivas para los problemas y para mantener relaciones de buen trato contigo y con los demás.
Editorial
Este artículo ha sido creado por el Equipo Editorial de Área Humana, dirigido por Julia Vidal. Todo su contenido –edición, texto e imágenes– tiene derechos de propiedad intelectual y no podrá ser reproducido sin el permiso expreso de Área Humana.
Han colaborado en el contenido:
Psicóloga Sanitaria en Área Humana. Especialista en Perspectiva de Género y Transdiagnóstico. Directora del Área de Investigación e Innovación de Área Humana.
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