Apatía: cuando nos falta nuestro propio impulso vital

Apatía: cuando nos falta nuestro propio impulso vital

(Tiempo de lectura 14 minutos)

La vida, en ocasiones, podría entenderse como una prueba en la que cada persona compite con ella misma. “A partir de hoy voy a… Desde mañana no pasa que empiece a… Desde ahora no volveré a…“ ¿Quién no se ha planteado realizar un propósito empezando con frases como estas? Y la pregunta decisiva es… ¿Quién nos ha impedido realizar ese propósito? En una gran proporción de los casos somos nuestros propios adversarios o adversarias. Para ponernos en marcha, para alcanzar nuestra metas, el mayor desafío puede estar –en ocasiones– en superar la apatía o falta de motivación. Hoy hablamos de por qué perdemos “las ganas de ganar”.

Apatía vs motivación: un desafío emocional

Apatía y motivación

¿No te gustaría ser mejor padre o mejor madre, ser mejor compañero o compañera, mejorar en tu trabajo…? ¿No querrías viajar más, hacer más deporte, leer más, ver más a los amigos, estar más tiempo con tus personas queridas, dedicarte más tiempo a ti, disfrutar más de aquello que te hace feliz, cuidarte…?

Sin duda, son preguntas retóricas y las respuestas son evidentes: Por supuesto, claro que me gustaría. Entonces… ¿Qué te impide intentar alcanzar esos propósitos o los que tu elijas?

Estas reflexiones, probablemente, pueden incomodarte, ya que parecen dirigir la responsabilidad de nuestros logros exclusivamente a nosotros mismos o nosotras mismas, cuando hay innumerables obstáculos que dificultan poder alcanzar nuestras metas, obstáculos externos a la persona y que en muchas ocasiones no están bajo nuestro control, pero en este artículo quiero detenerme en aquellos que internos: nuestra motivación o la falta de ella, es decir, nuestra apatía.

En muchas ocasiones en el reto de lograr un propósito, nuestra versión más conformista es nuestra principal barrera. Quiero profundizar en los aspectos emocionales que afectan a nuestros estados motivacionales, y con ese objetivo, vamos a tratar de comprender a la protagonista de nuestro artículo: la apatía, y responder a las cuestiones más frecuentes sobre ella: ¿es lo mismo apatía y pereza? ¿La apatía es un estado emocional? ¿La voluntad es lo contrario de la apatía? Empecemos por el principio, definamos qué es la apatía.

La apatía, erróneamente, es confundida con la pereza o la indolencia, pero es un estado emocional complejo del que se desea salir y que genera sufrimiento y culpabilidad Clic para tuitear

Qué es la apatía

Podemos entender la apatía como la falta de motivación para conseguir los objetivos que consideramos importantes. Esta se acompaña de la ausencia o disminución de emociones favorables que nos impulsen a realizar acciones –esfuerzos o retos– para alcanzar esos objetivos.

La apatía es, en definitiva, un estado de desmotivación que, según su grado e intensidad, nos desconecta en mayor o menor medida de lo que nos rodea.

Este estado de apatía al incrementarse en intensidad puede extenderse a muchos aspectos de nuestra vida, impregnarlo todo y hacer que nuestras emociones queden amortiguadas.

Dejamos de sentir interés y pasión por las cosas, nos desconectamos emocionalmente.

TEST o QUIZ: Manejo de la apatía

Test de gestión de la apatía


Este test no es un cuestionario o test clínico de los que usamos en el Centro en consulta. Es un ejercicio para invitarte a reflexionar sobre tu capacidad para manejar tus estados de apatía de un modo correcto.

Recuerda que la apatía es un estado natural y que sucede a lo largo de nuestra vida, y que es posible manejarlo de un modo adecuado y útil para nuestro crecimiento.

Responde a las preguntas con la mayor sinceridad y sin darle muchas vueltas.

Antes de empezar. ¿Cuál crees que es el nivel de manejo de tus estados de apatía?

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La apatía: cuando falla nuestro generador de ganas

Apatía y las ganas

Imagina que en tu interior, hay un generador de “ganas” en el que manda una jefa. Esa jefa –llamémosla Josefina–, todos los días te presta una cantidad de ganas para que con ellas, pienses, sientas, desees y actúes, intentando conseguir lo que creas que te hará bien, que te será satisfactorio.

Si la carga de “ganas” que te presta la usas bien, con las recompensas gratificantes que obtienes te recargas y acabas el día con un crédito positivo, que hará que al día siguiente, Josefina siga haciéndote generosos préstamos. Esta jefa tiene una amiga llamada Memoria. Cada día que abres los ojos al despertarte, Josefina y Memoria hablan. Te conocen bien y saben, nada más despertarte, cuáles son tus intenciones cada día.

Si tus intenciones van dirigidas hacia sentimientos y acciones que te resultaron gratificantes días atrás, Memoria le dice a Josefina: “Hoy dale una buena dosis de ganas, y dale también de mi parte estas barritas energéticas de ánimo e interés, que sabrá cuándo utilizar”.

Otros días, cuando abres los ojos y piensas en las dificultades que se te vienen encima, Josefina y Memoria también hablan, pero el diálogo es bien distinto.

Memoria: “Acuérdate lo mal que se sintió la última vez que fue a ese sitio y tuvo que hablar con esa persona”.

Josefina: “Sí, sí, es verdad, le voy a dar muy poca energía, a ver si se lo piensa mejor, evita y se ahorra el disgusto“.

Memoria: “Uff, pero acuérdate también que cuando evita mucho también se siente muy mal, se siente culpable”.

Josefina: “¡Es verdad, qué difícil!. Bueno le doy una dosis mínima de ganas y a ver qué pasa, que decida sobre la marcha, y con un poquito de ansiedad, lo que hace con las ganas.”

Y así transcurren los días, algunos comienzan de forma más ilusionante, otros con más desgana, pero en condiciones normales, ninguno sin ningún tipo de ánimo, interés y motivación hacia lo que está por venir.

Pero a veces, en la vida tenemos circunstancias en las que surgen estados dolorosos muy intensos o continuados, y ante los que nuestros intentos y expectativas iniciales por seguir adelante, no obtienen ningún resultado gratificante. No es una cuestión de voluntad. Memoria y Josefina siguen hablando cada día con la mejor de sus intenciones, pero el diálogo siempre es el mismo:

Memoria: “Ya se ha despertado y cuando ha pensado en lo que va a ser su día, ha recordado que todo lo que ha intentado otras veces le ha generado aún más dolor y frustración”.

Josefina: “¿Le doy una dosis de motivación?”

Memoria: “Mejor protegemos, está muy débil. Si le damos energía hoy no va a saber cómo emplearla en algo que le calme, alivie o gratifique. Y sin esas recargas, cada vez podrá generar menos ganas. No le des ninguna motivación”.

Josefina: “¿Alguna barrita energética de emociones, interés o acción?”.

Memoria: “Seguimos protegiendo, mejor ninguna. Gastarlas hoy es perderlas. Estamos en modo defensa. Llamaremos a esta crisis estado de apatía. Mañana seguimos hablando para ver si se nos ocurre cómo conseguir salir de la apatía”.

«La apatía es una especie de fallo en nuestro generador de ganas, hemos perdido la energía para impulsarnos». José Serrano, psicólogo experto en desórdenes del estado de ánimo Clic para tuitear

Causas de la apatía. Algunos ejemplos

Causas de la apatía

La apatía es un estado emocional complejo, son muchos los factores que la pueden originar e influir en su evolución.

Algunos estados generan alteraciones en los procesos motivacionales y favorecen procesos de apatía. Las zonas del cerebro que asocian pensamiento y emoción, parecen estar alteradas en los procesos apáticos.

Por ejemplo, cuando yo pienso en buscar relaciones íntimas, mi expectativa está compuesta de una serie de episodios y recuerdos emocionales previos. Mi pensamiento –quiero quedar con alguien que me interese íntimamente– se asocia a anteriores situaciones que las percibo como similares así como las emociones que esas situaciones generaron.

La expectativa se une a esos sentimientos y con ello se genera un impulso de acción y una actitud emocional ante una cita. Puedo sentir una gran ilusión o mucho miedo, puedo tener dudas de buscar o no una cita y que eso me provoque ansiedad, puedo estar triste, porque pienso que no conseguiré intimar…

En todos estos ejemplos el pensamiento –quiero quedar con alguien para intimar– se asocia a una reacción emocional y a un impulso de acción. Pero… ¿qué ocurre si las conexiones pensamiento–emoción–acción fallan?

Si al despertarme y pensar en lo que voy a hacer durante el día no se conecta ninguna emoción, es entendible que no se genere ningún impulso de acción o se genere con menos energía.

Si esa desconexión pensamiento-emoción-acción perdura, día a día, se irá confirmando que lo que puedo esperar del día no es satisfactorio y sentiré indiferencia y desinterés, esta falta de conexión puede irse generalizando –cronificando– y convertirse en una tendencia estable.

¿Por qué surgen estos estados de apatía, estas desconexiones?

En ocasiones puede deberse al consumo de sustancias, como es el caso del síndrome amotivacional originado por el consumo de cannabis, o también como efecto secundario de algunos medicamentos.

También la apatía puede ser una respuesta que forma parte de procesos de enfermedad física: infecciones, anemia, alteraciones hormonales… y por supuesto, puede ser una de las manifestaciones en dificultades emocionales o psicológicas.

Mención especial merece la apatía originada como consecuencia del estrés emocional crónico. En estos casos, la persona aprende por reiteración que cada vez que activa sus expectativas y se pone en marcha hacia lo que desea, encuentra una experiencia negativa.

Este esquema, repetido un día tras otro, puede originar una respuesta muy automatizada, en la que como mecanismo de protección, el deseo se ve bloqueado para evitar la “previsible” frustración por no lograr satisfacerlo. Al desactivarse el deseo, no hay una emoción que motive a la acción, y se deja de pensar en ese deseo, se anula la aspiración hacia ese deseo.

Creo que tenemos ya algunas ideas claras sobre la apatía. Más allá de ser una respuesta a trastornos o desórdenes psicológicos, o a enfermedades físicas, la apatía es un proceso de pensamiento-emoción-acción en relación a nuestros deseos y metas y las experiencias que tenemos al intentar alcanzarlos. Según interpretemos y procesemos emocionalmente esas experiencias, iremos en dos sentidos opuestos: hacia la motivación o hacia la apatía o desmotivación.

La apatía es un estado emocional en el que perdemos las ganas y la motivación. ¿Qué causa este estado de desconexión y pérdida de impulso vital? Clic para tuitear

Y ahora que ya sabemos algo sobre la apatía, avancemos más respondiendo a 7 breves preguntas de sí o no.

FAQ: 7 preguntas sobre la apatía

FAQ sobre a apatía

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Estas son las 7 preguntas más frecuentes sobre la apatía:

1. ¿Existe la apatía selectiva?

Sí. Puedes tener apatía ante ciertas situaciones y personas. Son situaciones o personas que no generan en ti ningún estímulo positivo o interés y que en consecuencia no te producen ninguna motivación para realizar una acción o esfuerzo para conectar con esas personas o participar de esa situación. En esos casos tendrás una actitud apática.

2. ¿Se puede hablar de personalidades con tendencia a la apatía?

Sí. Si bien es cierto que no hay descrita una tendencia de personalidad “apática”, en algunas personas la apatía es un componente en sus rasgos de personalidad. Tienden a un marcado desinterés cognitivo y emocional y muestran baja reactividad ante los acontecimientos.

3. ¿Es lo mismo la pereza y la apatía?

No. Cuando tenemos pereza queremos hacer algo pero lo postergamos, no notamos el ánimo suficiente para movilizarnos y actuar. La apatía va un poco más allá: no tenemos definido ni si quiera la intención o interés en hacer algo. Simplemente entendemos que tendríamos que hacerlo y ante ello, no hay respuesta emocional ni bajo ánimo, sino más bien ausencia de ambas.

4. ¿Una situación traumática o muchos pequeños traumas pueden generar un estado apático?

Sí, por supuesto. La persona cuando enfrenta una situación de intensa gravedad, o muchas dificultades continuadas –aunque tengan menor intensidad– puede terminar sintiendo una intensa indefensión. Como mecanismo de protección se desconecta emocionalmente y se inactiva.

5. ¿Es lo mismo apatía y agotamiento?

No. Una persona apática puede sentirse agotada sin saber por qué. Pero una persona con agotamiento físico, puede no estar apática en absoluto, simplemente está muy cansada, y sólo espera a descansar para continuar su actividad.

6. ¿Es lo mismo apatía y agotamiento emocional?

No, pero sí guardan relación. En ocasiones nos motivamos para lograr una meta, pero todas las acciones que realizamos no logran alcanzar esa meta, generando emociones desfavorables, como la frustración, la ira, la tristeza… Si nuevos esfuerzos no logran avanzar hacia esa meta, puede que las emociones desfavorables se acumulen y se produzca un agotamiento emocional, que induce a un estado de apatía o desmotivación como mecanismo de protección.

7. ¿La monotonía en las relaciones afectivas genera apatía en la pareja?

No necesariamente, pero sí puede llegar a suceder. Lograr una relación de pareja satisfactoria es una meta que requiere motivación por ambas partes para realizar acciones encaminadas a ese objetivo. Si la propia relación no propicia estímulos: diversión, placer, interés, avances y recompensas… se puede perder la motivación y tender a la desgana y a la inacción, que lógicamente contribuirán a la apatía generalizada en la pareja.

Y ahora vamos a una cuestión muy práctica: Siento apatía, ¿qué puedo hacer?

7 preguntas frecuentes y esenciales sobre la apatía Clic para tuitear

¿Cómo vencer la apatía?

Cómo vencer la apatía

Aunque haya titulado de este modo el epígrafe, he de decirte que no se “lucha” contra las emociones, no se las vence, las convertimos en nuestras aliadas.

No existe un antídoto contra la apatía, al igual que no lo hay contra la tristeza. Como hemos explicado en otros artículos todas las emociones son valiosas, tienen una función y lo importante es identificarlas, comprender su mensaje y manejarlas a nuestro favor.

Estos son algunas recomendaciones ante la apatía:
  1. Revisa si hubiera un origen orgánico o una afección médica. Realiza las consultas necesarias con las o los especialistas médicos para descartar este origen fisiológico o su participación en el estado de apatía.
  2. No te alarmes ante tu estado de apatía, no te precipites, no malgastes tu energía. Un pensamiento ansioso, rumiativo o anticipativo –poniéndote en lo peor– implica un gran desgaste. Normaliza tus emociones y trata de identificarlas. ¿Cuándo empecé a sentir desánimo? Además de desgana y desmotivación ¿qué más siento: tristeza, miedo, angustia…? ¿Qué ha podido contribuir o está contribuyendo a sentir estas emociones? ¿Cuál es mi grado de apatía? ¿Cuánto ha disminuido mi actividad? Es muy interesante aprovechar técnicas que te faciliten entrar en ese estado de reflexión o introspección, mindfulness, por ejemplo.
  3. Trata de tener una visión de tu estado de apatía: las emociones que lo han originado o han contribuido a ella, las situaciones que lo han propiciado –proyectos que no avanzan, malas experiencias en el trabajo, logros que no consigues alcanzar, vivencias traumáticas…–, pero hazlo sin juzgarte y culpabilizarte. Es un momento para ver e identificar, con sensibilidad y autocomprensión.
  4. Ahora, con mas claridad, busca apoyos, rodéate de personas cercanas que desde la empatía hacia tu estado te aporten un contexto agradable que haga renacer estímulos y motivaciones bloqueadas.
  5. Cuando sientas que aumenta tu ánimo, tu energía, es el momento para trazar un plan de acción que propicie el cambio de tu estado emocional. Aquí es muy importante contar con profesionales de la Psicología. Tus esfuerzos van a ser más eficaces al disponer de estrategias y herramientas que tienen el necesario aval científico.
Los objetivos de estas estrategias desde la Psicología serán:
  1. Identificar y trabajar específicamente en aquello que generó el estado de desconexión. Tu sistema emocional e intencional se ha desconectado para protegerte. Es necesario comprender qué lo causó, cuestionar las ideas catastrofistas del tipo: no voy a lograr nada, me volverá a pasar lo mismo… e ir encontrando pequeñas dosis de motivación que vayan incrementándose progresivamente, haciendo esfuerzos en adquirir consciencia de los avances, por pequeños que estos puedan parecer.
  2. Definir metas y objetivos, realistas, alcanzables y sinceros. Piensa en tus motivaciones, tus deseos, tus metas, aquellas que tienen sentido porque conectan con tus valores y tu plan de vida. Inicia un plan de acción para, progresivamente, aproximarte a ellas. Empieza por cosas sencillas, gratificantes, que conlleven esfuerzos pequeños, refuérzate por lo que consigas, sé paciente. En estos procesos el avance es en forma de “dientes de sierra”, subes, bajas, pero hay movimiento. Aumenta progresivamente los objetivos, irás percibiendo cada vez más motivación. El movimiento genera movimiento.
  3. Normaliza tus emociones. Déjate sentir, no te cuestiones, se paciente y date tiempo, encuentra tu ritmo.
¿Por qué hay períodos en los que nos faltan las ganas, perdemos el impulso que nos anima y motiva? Analizamos la apatía, respondemos a preguntas frecuentes y explicamos su tratamiento Clic para tuitear

Conclusiones

La apatía es un componente más de nuestras experiencias emocionales, como lo es la tristeza. En la vida tenemos momentos de gran productividad, de una elevada motivación y activación, y también hay períodos de baja o muy baja intensidad, momentos de apatía, que nos invitan a la reflexión y a la introversión… Lo importante es que ese estado de apatía no afecte a nuestra vida, no la limite, o la impida avanzar hacia las metas, los proyectos y los deseos que nos hacen sentir bien.

Cuando un estado de apatía se mantiene durante un tiempo prolongado y genera dificultades en las relaciones con nuestro entorno: de pareja, familiar, laboral o social, hemos de pararnos y “darnos cuenta”.

Cuando hemos empezado a renunciar a cualquier meta –aunque sea del día a día– proyecto o deseo, porque no encontramos “ganas” de realizar esfuerzo alguno para alcanzarla, en ese caso, conviene reflexionar, buscar una valoración de profesionales de la Psicología que puedan identificar si es sólo una etapa de transición –desde la que recuperar la energía– o estamos ante un problema mayor.

Siempre insisto en una idea que me parece fundamental: identificar y actuar cuanto antes, normalizar lo que nos está pasando y si no lo tenemos claro, valorar la opinión, sobre nuestra situación, de los y las profesionales de la Psicología, siempre serán experiencias que nos pueden evitar procesos largos y de gran coste emocional y, seguro, que nos ayudarán a crecer.

Editorial

Este artículo ha sido creado por el Equipo Editorial de Área Humana, dirigido por Julia Vidal. Todo su contenido –edición, texto e imágenes– tiene derechos de propiedad intelectual y no podrá ser reproducido sin el permiso expreso de Área Humana.
Han colaborado en el contenido:
Psicólogos Madrid José SerranoJosé Serrano

Psicólogo Sanitario. Experto en trastornos del estado de ánimo, estrés y ansiedad.


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