¿Soy una persona «normal»… o podría tener un trastorno de personalidad?

¿Soy una persona «normal»… o podría tener un trastorno de personalidad?

(Tiempo de lectura 20 minutos)

¿Soy “normal” o podría tener un trastorno de personalidad? Esta pregunta, que sirve de título a este artículo, no es una pregunta del todo apropiada, aunque sí es una pregunta frecuente –en mi trabajo como psicóloga la escucho muchas veces en consulta–. ¿Y por qué afirmo que no es apropiada? La respuesta está en la palabra “normal”, que he entrecomillado muy a propósito, porque… ¿qué es una personalidad normal?

Tener unos rasgos de personalidad singulares no significa que se tenga un trastorno de personalidad. La clave está en cómo, desde esa personalidad, nos relacionamos con nuestro entorno, la forma en la que procesamos nuestras experiencias vitales y sus consecuencias.

Es natural reflexionar sobre nuestra personalidad, y lo es preguntarse si nuestros pensamientos, conductas y emociones están manifestando una dificultad que comprometa nuestra salud, por supuesto que es natural, pero conviene que esta reflexión se realice desde una buena información.

Ese es el objetivo de este artículo, aportar información, desde la ciencia de la Psicología, sobre términos como personalidad y trastorno de personalidad.

Los rasgos de personalidad

Rasgos de personalidad

Rubén, de 30 años, tiene frecuentes pensamientos en los que anticipa que las personas le van a criticar, que van a herir su orgullo, a minar su confianza.

Estos pensamientos producen en él un sentimiento de inferioridad, de miedo, que le mantiene alerta, a la defensiva, y que provoca un alejamiento de los demás.

No es un hecho aislado, lo siente con rotundidad y con frecuencia. Emplea tiempo y esfuerzo en vigilar y evitar que le puedan hacer daño.

Este patrón de conducta es estable y le afecta en su trabajo, en sus relaciones y por supuesto se manifiesta en sus emociones. Lo pasa mal. Y le sucede también con las personas más cercanas, como su familia, con la que también evita compartir eventos. Rubén tiene rasgos de personalidad evitativa.

Lydia es una chica de 28 años. No se siente bien en general, siente que muchas cosas no van bien, pero no logra identificar cuáles, y por qué.

Vive “el día a día” con esfuerzo, sin embargo, aparentemente es una chica alegre y extrovertida, es divertida, gasta bromas y es el centro de atención, pero si no lo es, decae y se viene abajo.

Tiene pocas amistades, pero muchas relaciones superficiales. Le cuesta intimar.

Para ella es muy importante su apariencia externa. En general es desinhibida, pero su carácter tiene cambios continuos, pasa con facilidad de la alegría –o euforia– al enfado o al llanto.

Tiende al dramatismo, a las rabietas, a los llantos desmedidos. Sufre. La forma de percibir, de sentir… sus necesidades, le causan insatisfacción y frustración, y se enfrenta a las dificultades con ansiedad. La pérdida de aprobación social le genera una gran alteración. Lydia tiene rasgos de personalidad histriónica.

He querido poner estos dos ejemplos para invitarte a reflexionar sobre las características de los pensamientos, conductas y emociones de Rubén y Lydia. Estas características estables, y en gran medida predecibles, establecen una tendencia, un estilo de relacionarse con los demás y de responder a las experiencias vitales.

Creo que todas y todos hemos conocido personas que, en mayor o menor medida, tienen personalidades con rasgos como los de Rubén o Lydia.

Cuántas veces, al referirnos a ciertas personas decimos: ¡vaya personalidad más difícil que tiene!

Cuando hablamos coloquialmente de personalidad nos estamos refiriendo a rasgos de personalidad, a las tendencias o características estables en la conducta, la forma de sentir y el estilo de pensamientos.

Estos rasgos de personalidad, aún siendo intensos y relevantes, no expresan necesariamente un trastorno, va a depender de si la persona es capaz de poner en marcha mecanismos de regulación y gestión para lograr adaptarse a las experiencias, dificultades o relaciones sociales.

Cuando no se tienen esas competencias emocionales, estos rasgos de personalidad, pueden manifestarse de forma desadaptativa y problemática, generando conflictos con el entorno, dificultando las relaciones y sobre todo, provocando un intenso y prolongado malestar que afecta a la vida de la persona. En este caso sí podemos estar hablando de un trastorno de la personalidad.

¿Soy una persona 'normal'? Con esta pregunta comienza el artículo dedicado al concepto de personalidad y a los trastornos de personalidad. Creemos que no es una pregunta apropiada… ¿Y tú? Clic para tuitear

¿Qué es la personalidad? ¿Podemos cambiarla?

Cambiar la personalidad

La etimología de la palabra personalidad proviene del latín persona, que significa ‘máscara de actor’ o ‘personaje teatral’. Su origen está el término etrusco phersu, que a su vez viene del griego πρόσωπον (prósōpon), que se traduce, precisamente, como ‘máscara’.

Según esto podríamos decir que al hablar de personalidad nos referimos a la máscara que nos representa en la vida, cómo nos mostramos ante los demás.

La personalidad está muy relacionada con la representación ante los demás. Cuando conocemos a alguien solemos referirnos a su personalidad: ¿Te has dado cuenta de cómo es? ¿Vaya personalidad que tiene? No me gusta su personalidad. Me fascina su personalidad. Y tratamos de establecer, cuanto antes, un patrón para identificar a esa persona, “clasificar” y “reconocer” su personalidad, y con esto, en alguna medida, lograr que nos sea más “predecible”: cómo actuará, cómo se comportará, qué pensará.

Entendemos que la personalidad es lo que hace únicas a las personas, lo que las diferencia.

Como dijo el psicólogo Phares en 1988, la personalidad sería “un patrón de pensamientos, sentimientos y conductas que distinguen a las personas entre sí y que persisten a lo largo del tiempo y a través de las situaciones”.

También hay otra cuestión importante en relación a la personalidad. Bandura, otro importante psicólogo cognitivo, decía que nuestra personalidad se ve influida por las cogniciones o cómo piensa la persona, sus sentimientos, así como sus expectativas y los valores que tenga. Es decir la personalidad no es algo inamovible, evoluciona, potencia unos aspectos o reduce otros.

Del mismo modo que poníamos el ejemplo de cómo solemos referimos a una persona que acabamos de conocer, también en muchas ocasiones hablamos de los cambios que se producen en una persona conocida: Cuánto ha cambiado Juan. ¿Has hablado con Ana? Es increíble el cambio que ha pegado. Antes de su viaje no era así.

Seguimos reconociendo a la persona que ha cambiado tanto –reconocemos su personalidad– pero somos conscientes de que se ha producido una evolución, un cambio.

Por ejemplo, una persona puede tener tendencia a la impulsividad, pero haber desarrollado y entrenado habilidades para la identificación de los signos que anticipan esos impulsos y técnicas para regularlos antes de que escapen a su control. El resultado será una persona que es capaz de mantener la calma ante situaciones de alto estrés, aunque su tendencia –rasgo de personalidad– sea la de expresar ira con facilidad.

Viñeta Psicologos Madrid Os recomiendo un artículo en el que podréis hacer un test para conocer vuestros rasgos de personalidad tendentes a sentir ira.Más información

Algunos autores utilizan el término carácter, al hablar de la parte que es modelada por la educación, el aprendizaje y la maduración. Y al referirse a la parte menos variable y más estable, utilizan el término temperamento. De forma que al hablar de personalidad podríamos referirnos a la combinación de ambas partes.

Podemos, por tanto, identificar varias ideas fundamentales sobre la personalidad:

  • La personalidad es un conjunto estable de rasgos que expresan la forma en la que percibimos y nos relacionamos con el mundo.
  • La personalidad es clave en la interacción social. Singularizamos y reconocemos a los demás en función de su personalidad.
  • Aunque los rasgos de personalidad expresan una tendencia, las experiencias, la educación, los aprendizajes, nuestras propias decisiones y motivaciones… modifican y hacen evolucionar la personalidad.

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Identificando el trastorno de personalidad

Identificar un trastorno de personalidad

Vivimos desde nuestra personalidad, es decir, nos relacionamos con el mundo a partir de nuestras características conductuales –comportamiento–, cognitivas –pensamiento– y emocionales. Y en ese proceso, a partir de las experiencia vitales, del contexto social y cultural en el que vivimos, vamos aprendiendo, adquiriendo conocimiento, creando nuevos esquemas y patrones, que influirán en la forma en la que percibiremos e interpretaremos futuras experiencias.

Este proceso es dinámico y, básicamente, puede ir en dos direcciones:

Desde nuestra personalidad…

  1. Somos capaces de adaptarnos a las experiencias de la vida, a los cambios y acontecimientos, adquiriendo destrezas y competencias emocionales, y logrando, en definitiva, un balance positivo de bienestar y satisfacción. Esta dirección representaría una personalidad funcional y sana.
  2. No logramos adaptarnos, nos bloqueamos, no encontramos soluciones o alternativas a los problemas o a las dificultades, no nos relacionamos bien, en definitiva, nuestra experiencia vital nos ofrece un balance negativo, donde predomina el malestar y la insatisfacción. Esta dirección podría expresar un trastorno de personalidad.

Tenemos que dejar claro que no hay una frontera, hay dos direcciones, es decir, hay un continuum entre la personalidad funcional y adaptativa y el trastorno de personalidad, de forma que en la vida de una persona, en función de sus experiencias vitales, se puede evolucionar en un sentido o en otro y pasar de un “espacio” al otro.

No hay una frontera, una línea, en los trastornos de personalidad, tendríamos que hablar de dos direcciones, de un continuo, entre la personalidad funcional y adaptativa, y el trastorno de personalidad Clic para tuitear

¿Qué es un trastorno de personalidad?

En este punto de nuestro artículo, es fácil entender que el término trastorno de personalidad no es un concepto simple. Y aquí quiero volver a la pregunta del título: ¿Podría tener un trastorno de personalidad?

La respuesta a esta cuestión, desde el rigor científico, requeriría la intervención de un o una profesional de la Psicología, que podría responder, tras un estudio y valoración adecuados, que tuvieran en cuenta las características de la persona, su biografía, su contexto personal y social, sus experiencias y su situación actual.

Pero el objetivo de este artículo –y de nuestro blog–, como hemos insistido en muchas ocasiones, no es el de sustituir o propiciar un diagnóstico, que sólo puede realizar un o una especialista, sino el de aportar información para contribuir a la prevención, a la detección y a la intervención temprana de los desórdenes y dificultades emocionales, más aún en casos como este, el de los trastornos de personalidad que están infradiagnosticados, provocando que muchas personas convivan con un intenso malestar y sufrimiento.

La definición más extendida de Trastorno de Personalidad (TP) se refiere a un patrón estable de comportamiento, que se expresa con muy baja flexibilidad y capacidad de adaptación al contexto sociocultural y a los naturales cambios de la vida. Este patrón desadaptativo de conducta, pensamiento y emociones, genera en la persona un intenso malestar que provoca un creciente deterioro a nivel personal, familiar, social y laboral.

Los trastornos de personalidad se dan entre el 5 y 15% de la población general con igual prevalencia en hombres y mujeres, siendo, además, trastornos muy infradiagnosticados.

Millon, uno de los grandes psicólogos de la personalidad, estableció que, como en todo, en el trastorno de personalidad hay gradientes, y que la personalidad se expresa como parte de un continuo: podemos hablar de rasgos que se organizan dentro de un estilo –una manera de funcionar– que no tiene por que ser desadaptativa. Sólo hablaremos de trastorno cuando estos estilos empiezan a ser verdaderamente inflexibles y generen malestar en la persona afectando a su día a día de forma recurrente.

Podemos referirnos a un “estilo evitativo” –como el ejemplo de Ruben en el capítulo de Rasgos de personalidad–, cuando la persona tiende a evitar los problemas en su vida, pero este estilo podría no causarle un verdadero malestar. Pero hablaríamos de un Trastorno de Personalidad Evitativo cuando la persona mantiene la evitación en un alto porcentaje de sus experiencias vitales e interacciones sociales y eso le genera verdadero sufrimiento y problemas en su vida cotidiana.

Tipos de trastornos de personalidad: referencias en el cine

Tipos de trastorno de personalidad

Los psicólogos y las psicólogas utilizamos un sistema de clasificación diagnóstica de los problemas mentales llamado DSM (Manual Estadístico de trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría). El primer DSM comenzó en 1952 y ya entonces se contemplaban estos problemas de personalidad.

Actualmente, el DSM V agrupa los trastornos de personalidad (TP) en tres tipos, teniendo en cuenta los rasgos de cada tipo:

  1. A: la personalidad de tipo extraña y excéntrica.
  2. B: la personalidad dramática o impulsiva.
  3. C: la personalidad más ansiosa o temerosa.

Estos tipos de personalidad se consideran trastornos porque las personas, en estos casos, tienden a ser inflexibles en sus esquemas y sienten un elevado e intenso malestar, no adaptándose de forma óptima y funcional a la vida y al día a día. Pero, insisto, siempre hablamos de grados y de un continuo, con tendencias que se mueven y evolucionan en una u otra dirección.

He querido poner algunos ejemplos que nos ha proporcionado el cine que nos van a permitir “visualizar” a qué nos referimos al hablar de estos trastornos, teniendo en cuenta, no lo olvidemos, que hablamos de personajes cinematográficos.

Trastorno de personalidad tipo A: Personalidad extraña y excéntrica

Dentro de esta tipología habría tres subtipos: Esquizoide, Paranoide y Esquizotípico.

Trastorno de Personalidad Esquizoide

Las personas que tienen este trastorno no muestran ningún interés en relacionarse con los demás: no disfrutan de las relaciones de intimidad y prefieren vivir la vida sin relacionarse con nadie. Tampoco tienen interés en la sexualidad y en elegir pareja, ni en realizar ninguna actividad colectiva, por lo que, al no relacionarse, adquieren pocas habilidades sociales y escasas destrezas en la expresión emocional y en las relaciones interpersonales. Son personas que eligen siempre las actividades en solitario.

Tenemos muchos ejemplos en el cine, como el personaje de Bruce Wayne de Batman; Sheldon Cooper, uno de los protagonistas de The Big Bang Theory; o Severus Snape, personaje de la saga Harry Potter.

Trastorno de Personalidad Paranoide

Cuando las personas desconfían sistemáticamente de los demás, interpretando que los motivos de los otros son siempre malévolos. Sospechan, sin base justificada, que los demás les explotan, les van a causar algún daño y casi siempre les decepcionan. No confían, se muestran muy reservados o reservadas, porque creen que al facilitar información podrá ser utilizada en su contra. Perciben siempre ataques de las personas de su entorno. Tienden a demandar judicialmente a los que tienen alrededor, y tienen conflictos recurrentes con los demás, porque al percibir una amenaza se anticipan con acciones hostiles.

Como ejemplos en el cine he elegido al personaje del Duende Verde, el villano de las películas de Spiderman, que siempre ve enemigos donde no los hay. O el personaje que interpreta Mel Gibson en la película Conspiración (1997) un excéntrico taxista que aburre a sus clientes con historias de macro conspiraciones.

Trastorno de Personalidad Esquizotípico

Las personas que tienen este trastorno son percibidas como “raras” o excéntricas. Tienen preferencia por ideas mágicas sobre sus sensaciones y sobre los que les rodean –supersticiones, clarividencia, telepatía, sentidos extrasensoriales–. Suelen tener déficits sociales e interpersonales y apenas tienen amistades íntimas, a parte de los familiares más directos.

El cine nos ha propuesto muchos ejemplos de personajes que podrían representar este trastorno: la anciana siempre rodeada de gatos de Los Simpsons; Luna Lovegood el personaje de la saga Harry Potter o Phoebe Buffay, la excéntrica chica de la serie Friends.

Trastorno de personalidad tipo B: Personalidad dramática e impulsiva

Dentro de esta tipología habría cuatro subtipos: Histriónico, Límite, Narcisista y Antisocial.

Trastorno de Personalidad Histriónico

Es típico de las personas con una excesiva tendencia a la emotividad y a recibir afecto, que necesitan ser todo el tiempo el centro de la atención para sentirse cómodas. Tiene una actitud dramática hacia los demás para poder captar ese afecto y son hipersensibles y suspicaces. Suelen tener dificultad para mantener vínculos profundos y se relacionan con los demás de manera superficial.

El cine nos brindó ejemplos como Jack Sparrow el protagonista de la saga Piratas del Caribe; Scarlett O’Hara el personaje de Lo que el viento se llevó; o el personaje de Harley Quinn de la DC Comics, siempre enfrentada a Batman.

Trastorno de Personalidad Límite

Este es uno de los trastornos de personalidad más graves y difíciles de diagnosticar y de tratar debido a su complejidad. Son personas que se mueven en la vida desde un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales –relaciones conflictivas que pasan de la idealización a la devaluación– y en la autoimagen –problemas con su identidad–. Muestran una notable impulsividad que les puede llevar a infringirse autolesiones y a tener conductas de riesgo –conducción peligrosa, abuso de sustancias–, incluso, intentos de suicidio. Anticipan que les van a abandonar y por eso reaccionan de una manera impulsiva desbordándose en sus emociones, para evitar ese supuesto abandono. Pueden llegar a tener, en los casos más graves, brotes psicóticos.

En el cine tendríamos ejemplos como el personaje de Anakin Skywalker (Darth Vader) en la saga Star Wars; o Cersei Lannister de Juego de Tronos.

Trastorno de Personalidad Narcisista

Las personas que tienen este trastorno de personalidad narcisista muestran un patrón de grandiosidad –se creen los más importantes y que están por encima de los demás, que les deben admiración–, carecen de empatía, no consienten las críticas y suelen manipular a otras personas para conseguir sus objetivos. Son perfiles que se dan en personas con una ambición desmedida que basan su vida en la competitividad.

Este trastorno podemos reconocerlo en personajes de cine como Christian Gray de la película Cincuenta Sombras de Grey o Tony Stark de la película Iron Man de Marvel.

Trastorno de Personalidad Antisocial

Las personas con este trastorno se sienten incómodas con las leyes y las normas de la sociedad y creen estar por encima de ellas. Hay un patrón de desprecio y violación de los derechos de los demás, carecen de empatía y son insensibles al castigo, no aprenden de él. Tienen mucha dificultad para desarrollar relaciones afectivas con los demás. Este trastorno puede corresponderse con la “psicopatía” y la “sociopatía”.

El cine nos ha mostrado muchos ejemplos de este trastorno, en personajes como Alex DeLarge, el protagonista de La Naranja Mecánica, interpretado por Malcolm McDowell; Patrick Bateman, el protagonista de American Psycho; o el Joker, un personaje de la DC Comics, que participa en las películas de Batman.

Trastorno de personalidad tipo C: Personalidad ansiosa o temerosa

En esta tipología hay tres subtipos de TP: Evitativo, Dependiente y Obsesivo Compulsivo.

Trastorno de Personalidad Evitativo

Las personas con este trastorno evitan de forma sistemática los contactos sociales, por miedo a que les juzguen e infravaloren, debido a sentimientos de inferioridad y a una hipersensibilidad a la evaluación negativa de los demás. Tienen frecuentes dificultades en las interacciones sociales y en especial en entornos exigentes, como el ámbito laboral. La tendencia a la evitación limita su sociabilidad y en general sus habilidades sociales.

En el cine un ejemplo es el personaje de Amélie Poulain de la película Amélie; o Walter Mitty de la película La Vida Secreta de Walter Mitty.

Trastorno de Personalidad Dependiente

Podríamos decir que las personas con este trastorno tienen tendencias opuestas a las personas con trastorno de personalidad evitativa. No evitan a los demás, son dependientes de otras personas, las “necesitan”, tanto emocional como económicamente. Esta dependencia de otra y otras personas alcanza a todos los ámbitos de su vida, a sus decisiones, motivaciones, proyectos… Pueden mantener relaciones tóxicas durante mucho tiempo y tienden a someterse a las personas de las que dependen.

Seymour Skinner, personaje de la serie Los Simpson es un ejemplo; o Bella Swan, protagonista de Crepúsculo.

Trastorno de Personalidad Obsesivo Compulsivo

Las personas con este trastorno, se obsesionan con el orden y el control, son perfeccionistas y necesitan tenerlo todo planificado, tratando de anticiparse a cualquier imprevisto. Son inflexibles e incapaces de dejarse llevar por la espontaneidad o la improvisación. En este sentido tienen dificultades para expresar emociones con naturalidad y muestran una gran afectación y artificialidad. Para las personas con un trastorno de personalidad obsesivo compulsivo, solo hay una forma de hacer las cosas, esa falta de flexibilidad y de tolerancia al error, hace que sean poco eficientes y prácticos, lo que les produce una gran ansiedad y dificultades para integrarse en equipos de trabajo.

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En el cine tenemos ejemplos notables como Melvin Udall, el escritor maniático de Mejor… imposible, interpretado por Jack Nicholson; o Gerd Wiesler el protagonista de la película La Vida de los Otros.

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Tratamiento de los trastornos de la personalidad

Tratamiento de los trastornos de personalidad

En los trastornos de personalidad –como ya he mencionado– hay distintos grados. No hay una frontera, una línea, que determine si estamos a un lado o en otro de la patología. Lo que hay son tendencias del trastorno, en una u otra dirección –lo que hemos denominado “un continuo”–. No obstante, debido a los patrones y a las tendencias estables e inflexibles que se dan en estos trastornos, si podemos afirmar que, en general, son muy resistentes al cambio.

El pronóstico en un tratamiento de los trastornos de personalidad estará determinado por distintos factores:

  • El grado de intensidad, la gravedad del trastorno.
  • El momento en el que se intervenga –abordaje temprano–.
  • El apoyo socia y familiar.
  • La motivación de la persona que empieza el tratamiento, la tenacidad y constancia.
  • Los factores biopsicosociales.

Todos estos elementos van a influir de forma decisiva en el resultado y en la duración del tratamiento.

El objetivo de un tratamiento psicológico de un trastorno de personalidad es lograr incrementar la adaptación de la persona a su entorno y lograr un nivel aceptable de bienestar desde el que ir construyendo un futuro cada vez más saludable que se mantenga en el tiempo.

Los tratamientos de los trastornos de personalidad, sobre todo en etapas iniciales, puede requerir el trabajo conjunto de la Psicóloga –o el Psicólogo– y de un o una Psiquiatra, ya que podrían necesitarse pautas de medicación para facilitar la aplicación de las técnicas psicológicas.

La primera dificultad en el tratamiento de un trastorno de personalidad es que la persona sea consciente de que tiene un trastorno.

Esta dificultad en la consciencia del problema hace que se demore el inicio del tratamiento, sobre todo la fase de estudio y valoración, que es muy importante para definir la estrategia y las técnicas que se aplicarán.

En muchas ocasiones las personas no concluyen esta fase de análisis y valoración y abandonan anticipadamente, yendo de profesional en profesional.

Estas dificultades en la consciencia sobre el propio trastorno o en la motivación, paciencia o tenacidad, forman parte del propio trastorno, con lo que el trastorno dificulta su propio tratamiento. Esto supone un bucle que no facilita el abordaje.

Por este motivo es decisivo, crucial, que la psicóloga o psicólogo tenga conocimiento y experiencia en este tipo de trastornos, y además, que se produzca una buena “alianza terapéutica” es decir una buen vínculo entre el psicólogo o psicóloga y la persona que acude a tratamiento.

Es muy importante que la psicóloga o el psicólogo mantenga la conexión con la persona, para que avance en la consciencia sobre el propio trastorno. Que vaya identificando, progresivamente, los factores que intervienen en él, a su ritmo, paso a paso, mejorando la motivación y la complicidad.

En este sentido va a ser clave explicar en qué consiste su problema, por qué le pasa, cómo se ha conformado. Que comprenda cómo funciona a nivel de pensamientos, conductas y emociones.

Desde esa consciencia, el tratamiento buscará flexibilizar el rígido patrón que hay tras estos trastornos, y lograr objetivos, como identificar las emociones, aprender a gestionarlas, solucionar los problemas, cuestionar y modificar los pensamientos automáticos, en definitiva, adquirir técnicas y recursos para sentir cada vez mayor control sobre su vida y mayor bienestar emocional.

El tratamiento puede realizarse tanto en forma individual como combinado con terapia en grupo –con otras personas con trastornos de la personalidad–. De igual modo puede combinarse con terapia familiar. El motivo de estas estrategias es la importancia que tiene el apoyo familiar y social en el tratamiento de estos trastornos. Que las personas en tratamiento compartan la información y la consciencia sobre su trastorno con las personas de la familia, va ser muy importante.

Un objetivo del tratamiento psicológico de un trastorno de personalidad es incrementar el bienestar mediante la adaptación de la persona a su entorno y la adquisición de competencias en gestión emocional Clic para tuitear

Conclusión

Los trastornos de la personalidad son un reto para la Psicología. Su complejidad, su variabilidad… el hecho de que pongan en el centro del análisis científico el concepto de “personalidad”, nos invita a todos los y las profesionales de nuestra ciencia a seguir investigando y avanzando.

En este tipo de trastornos –aunque no son los únicos– se hacen muy necesarias: la atención, la dedicación y la especialización, dirigidos a la persona que tiene el trastorno, pero también a los familiares y personas cercanas, que van a necesitar de igual modo, información, apoyo y acompañamiento.

En los trastornos de la personalidad la intervención temprana es fundamental, uno de los problemas fundamentales es que son trastornos psicológicos infra-diagnosticados en la práctica clínica.

Por eso es muy importante informarse y acudir a un psicólogo o psicóloga cuando tengamos dudas o preocupaciones sobre estos trastornos, en relación a nosotros o nosotras, o en relación a personas de nuestro entorno familiar y personal.

Cuenta con nuestro Centro, en Área Humana Psicología somos especialistas en trastornos de la personalidad y podemos ofrecerte la información, asesoramiento y la atención psicológica que tú necesites.

Editorial

Este artículo ha sido creado por el Equipo Editorial de Área Humana, dirigido por Julia Vidal. Todo su contenido –edición, texto e imágenes– tiene derechos de propiedad intelectual y no podrá ser reproducido sin el permiso expreso de Área Humana.
Han colaborado en el contenido:
Elisa FernándezElisa Fernández Villacorta

Psicóloga Habilitada Sanitaria. Experta en Adicciones y Trastornos de la Personalidad. Experta en Psicoterapia Breve. Especialista en intervención psicológica de la ansiedad y la autoestima.


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Recuerda que el contenido de este artículo es información, y aun siendo científico y riguroso y estar elaborado por un equipo de expertos y expertas, tiene un carácter formativo, educativo o divulgativo, y no puede ser utilizado o interpretado como diagnóstico psicológico o médico. En el ámbito de la Salud son fundamentales los especialistas y profesionales acreditados que siempre valorarán las características individuales de cada persona.

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