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Pedir o solicitar perdón ¿Una cualidad innata o una habilidad que se aprende?

Pedir o solicitar perdón ¿Una cualidad innata o una habilidad que se aprende?

(Tiempo de lectura 12 minutos)

Es probable que estemos de acuerdo con esta afirmación: “todas las personas cometemos errores”, entonces ¿por qué no estamos tan de acuerdo en conceder nuestro perdón o en la conveniencia de pedir perdón? ¿Depende del error, de las circunstancias, de las consecuencias de ese error…? ¿Hay errores imperdonables?

El perdón es un concepto cargado de emocionalidad. Solicitamos el perdón para una acción nuestra que ha causado un daño, o perdonamos a otra persona cuya acción nos ha infligido un daño. En el tema del perdón, al igual que en otras cuestiones tan asociadas a las emociones, las personas mostramos notables diferencias. Si os preguntara: Cuando alguien te hace daño… ¿Sueles perdonar con facilidad? ¿Puedes llegar a comprender a la persona que te hace daño? ¿Te perdonas después de haber cometido un error? ¿Sientes rencor por las personas que te han dañado? ¿Olvidas lo sucedido?. Las respuestas serían muy variadas.

He escuchado muchas veces afirmaciones como: “No puedo perdonar” o “Perdono pero no olvido”, y se puede considerar: ¿La capacidad de perdonar es un rasgo de personalidad, es una cualidad que se puede aprender, es controlable?.

Vamos a tratar de descubrir qué es el perdón y la capacidad de pedir perdón.

¿Qué es el perdón? ¿Qué significa pedir perdón o perdonar?

El perdón está muy conectado a la educación que hemos recibido. De pequeños nos enseñaban a pedir perdón y a perdonar. Son “habilidades” básicas que los padres y las madres consideraban imprescindibles.

Cuando hacíamos algo incorrecto teníamos que pedir perdón y de igual modo nos enseñaban que era “bueno” perdonar. Aprendíamos que pedir perdón era una expresión de arrepentimiento y una forma de reparar el error, el daño causado. Y que al perdonar demostrabas ser una “buena persona”, comprensiva y sensible.

Pedir perdón o ser capaz de perdonar son habilidades sociales, recursos útiles en nuestras relaciones personales, que se aprenden y perfeccionan, pero cuya práctica entraña mayor o menor dificultad en función de los rasgos de nuestra personalidad y de nuestra forma de gestionar las emociones.

¿Por qué a algunas personas les cuesta tanto perdonar ?

Cuando en una relación entre dos personas una resulta dañada como consecuencia de una acción de la otra, se produce en un primer momento una experiencia subjetiva de “no-perdón”. Esta experiencia que sigue al daño es una combinación de respuestas cognitivas, afectivas y frecuentemente conductuales.

Williamson y Gonzalves (2007) describieron las respuestas más frecuentes del no-perdón, identificando:

  • En el nivel afectivo: sentimientos de rabia, dolor, tristeza, confusión y una sensación de traición.
  • En el nivel cognitivo: representaciones ofensivas del ofensor, fantasías o pensamientos de venganza, preguntas de por qué o si la persona ofendida ha tenido alguna culpa, y pensamientos de finalización de la relación con el ofensor.
  • En el nivel conductual: comportamientos de evitación del ofensor o de distanciamiento, o comportamientos de enfrentamiento al ofensor y llanto.

Podríamos decir en este sentido que, en general, la reacción más inmediata es no perdonar, luego, perdonar es una acción consciente que requiere de nuestra voluntad y de nuestra determinación.

Los tipos de perdón

Tipos de perdón o formas de pedir perdón

Para comprender mejor cómo funciona el perdón, vamos a ver una clasificación en función del significado que tiene para las dos personas que intervienen en el proceso, quien daña u ofende y a quien se daña u ofende:

  • Perdón Unilateral. Es cuando una persona perdona al ofensor sin esperar nada a cambio, es decir, que este perdón no se dirige al otro porque perdonándolo cambie su conducta, sino que se perdona por compasión, generosidad e incluso amor hacia la otra persona. El perdón unilateral es capaz de hacer que la persona que ha ofendido sienta arrepentimiento.
  • Perdón Negociado. Se trata de una motivación para evitar la distancia con la persona que nos ha ofendido así como reducir la rabia, el enfado, el deseo de venganza y de represalias contra ella. También se trata de la conciliación hacia la persona que ha ofendido estableciendo o restableciendo las normas morales de forma que funcionen también como antes o incluso mejor.
  • Perdón a uno mismo o a una misma. Se distinguen dos dimensiones. Por un lado, la persona que ha ofendido intenta evitar pensamientos, sentimientos o situaciones asociadas a la ofensa. Por otra lado, intenta hacer actos de reparación daño o decirse así mismo/a que no volverá a hacerlo.
  • Pseudoperdón o falso perdón. No hay una verdadera y honesta disposición a resolver la situación, aceptando con responsabilidad las consecuencias, sino una estrategia para esquivar el conflicto, de modo que se pide o acepta el perdón sin creer realmente en ello. Perdonar no es olvidar o pretender que no ha sucedido nada. Para perdonar, hay que entender que ha sucedido, reconocerlo y responsabilizarse de la ofensa para reparar el daño.

¿Por qué me cuesta tanto pedir perdón?

Por qué cuesta pedir perdón

Investigaciones realizadas ponen de manifiesto la relación entre determinadas características de personalidad y la capacidad de perdonar. El género, la edad y el estilo relacional o estilo de apego también se encuentran entre las variables estudiadas.

Aunque hay cierto grado de diferencias entre distintos estudios sobre las desigual facilidad de hombres y mujeres para pedir perdón o para perdonar –por ejemplo, Miller, Everett, Worthington y McDaniel (2008) encontraron en sus investigaciones que las mujeres perdonan con más facilidad que los hombres, en cambio, estudios como los de Fehr, Gelfand y Nag (2010) llegaron a la conclusión de que las diferencias eran pequeñas– podemos decir que la mayor o menor conformidad con estereotipos de género influyen en esta cuestión, de tal modo que “saber perdonar” ha sido tradicionalmente y según estos estereotipos, un atributo asignado a las mujeres.

Os recomiendo la investigación de mi compañera la Dra. Marta Giménez sobre la influencia de la conformidad con normas de género femeninas.

En cuanto a la edad, los estudios muestran que a medida que aumenta la edad aumenta la capacidad de perdonar. La experiencia vital, en general, nos enseña que cometer errores es algo inevitable, y nos proporciona una actitud más flexible y tolerante.

Sobre las características de personalidad que dificultan la capacidad de perdonar, destacan aquellas que se relacionan con una baja empatía, como el egocentrismo, el narcisismo o la inclinación a ver una única perspectiva de los acontecimiento; la tendencia a enjuiciar a los demás, a un pensamiento rumiativo, la falta de habilidades emocionales, que nos bloquean y nos “enrocan” en emociones y sentimientos de rencor, traición, venganza… de los que nos sabemos salir.

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Con respecto al estilo de apego o estilo relacional, los estudios dicen que las personas con estilos de apego seguro perdonan con más facilidad, reducen antes la rumiación del enfado y progresan mejor en el perdón.

El perdón requiere de voluntad y disposición para pedirlo, y de responsabilidad para aceptar las consecuencias Clic para tuitear

Beneficios de pedir perdón o de perdonar

Como en otros procesos emocionales –como en un duelo por ejemplo– mantenernos anclados en un estado, sin avanzar y progresar, genera consecuencias que, en muchas ocasiones, son aún peores que el propio acontecimiento.

Cuando somos perdonados o solicitamos con sinceridad el perdón, se producen efectos beneficiosos:

  • Aumenta la autoestima.
  • Disminuye el estrés.
  • Disminuye la ansiedad.
  • Disminuye la tristeza.
  • Mejora nuestro estado físico: disminuye la presión sanguínea, la tensión arterial y la tasa cardíaca.

En relación a los beneficios físicos. Witvliet, Ludwig, y Vander Laan (2001) encontraron que pensamientos de no-perdón causan mayor estrés fisiológico que pensamientos de perdón.

Lawler et.al (2003) concluyeron en su investigación que las personas que realizaron una entrevista sobre una ofensa que habían perdonado, manifestaron un nivel de reactividad cardiovascular significativamente más bajo que las personas que participaron en una entrevista sobre una ofensa que no habían perdonado.

Berry y Worthington (2001) encontraron asimismo que el perdón rasgo, es decir, una característica de personalidad que representa una predisposición a perdonar las ofensas de otras personas, se relaciona con niveles más bajos de cortisol, cuando en una situación de laboratorio se pide a los participantes que piensen en personas con las que mantienen una relación afectiva íntima.

Considerados en conjunto, estos tres estudios ofrecen evidencias de que perdonar implica una menor reactividad cardiovascular y neuroendocrina asociada al estrés, incluso cuando los participantes se limitan a pensar sobre transgresiones que han sufrido en otros momentos.

En cuanto a los beneficios emocionales, diversos autores también los han investigado (Harris y Thoresen, 2005; Maltby, Day y Barber, 2004) llegando a la conclusión de que el perdón mejora la salud emocional en todas las etapas de la vida. Reduce la ira y aumenta el optimismo, baja los niveles de depresión y eleva el bienestar emocional (Sagrario Yárnoz-Yaben. Universidad del País Vasco UPV-EHU).

El perdón en la relación de pareja

Pedir perdón o perdonar en la relación de pareja

Probablemente, es en las relaciones afectivas donde el perdón adquiere su dimensión mas compleja y emocional.

Cuando nos “daña” una acción que proviene de nuestra pareja, el acto adquiere un valor que nos puede colocar en un bloqueo, un círculo vicioso de negatividad, del que no es fácil salir, para disponernos al perdón.

En este proceso la gestión emocional es decisiva. La interpretación que hacemos de ese acto que nos duele y la forma en la que pensemos sobre ese acto, van a determinar lo que sintamos y cómo reaccionemos.

Una ejemplo de una situación “reconocible”

Imaginemos que nuestra pareja, que ha salido con sus amigos y amigas, se ha comprometido a venir a determinada hora para quedarse con los niños, y de ese modo permitirnos que hagamos los planes que llevábamos tiempo preparando. Tu pareja no se presenta a la hora y tampoco te avisa…

¿Qué sientes y piensas?
  • No tiene en cuenta lo importante que era esto para mi.
  • Le doy igual, por eso ha llegado tarde.
  • Son más importantes sus amigos y amigas que yo.
  • No voy a hablar, así entenderá lo mucho que me ha dolido.
Y la persona que ha llegado tarde ¿qué podría pensar y sentir?
  • No sé por qué se pone así, total no es para tanto, sólo he llegado un poco tarde.
  • Yo también aguanto cosas suyas, como si no pudiera equivocarme.
  • Pues si no me habla, yo tampoco voy a hablar, a ver quien aguanta mas.

En este ejemplo los sobreentendidos y las interpretaciones no van a ayudar a resolver el conflicto que se ha generado en la pareja. Avanzar en este camino sólo incrementará el malestar y la distancia. Del mismo modo una respuesta en la dirección de perdonarlo todo, cuando no se tiene el convencimiento de que deba hacerse, puede estar indicando aspectos de dependencia emocional o miedo a la soledad.

Una gestión más adecuada implicaría –esto no significa que sea sencillo hacerlo, cuando sentimos que nos han hecho daño o traicionado–:

  • Evitar precipitarnos en los juicios e interpretaciones.
  • Escuchar de un modo activo y empático.
  • Responder, expresando, de un modo asertivo y claro, cómo nos sentimos por la situación.
  • Tomar decisiones, en uno u otro sentido, tras dedicar el tiempo necesario de reflexión.

Este estilo de respuesta potencia la comunicación en la pareja, y va a permitir el clima necesario para que, o bien se reciban disculpas –petición de perdón–, o se esté en disposición de perdonar.

Lo que si os puedo asegurar, tras muchos años trabajando como experta en terapia de pareja es que:

  • El perdón favorece aliviar el malestar.
  • Mejora la intimidad, el compromiso y acerca a los miembros de la pareja.
  • Fomenta una mejor comunicación, más constructiva.
  • Enseña a salir de dinámicas y bucles negativos: “como me has hecho daño, yo también te hago y de nuevo recibes más daño”.
  • Se aprende. Una experiencia resuelta de un modo adecuado refuerza un estilo encaminado a buscar soluciones a los conflictos y no dejarse llevar por las emociones inmediatas.

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9 actitudes fundamentales para solicitar el perdón o pedir disculpas

Pedir perdón las 9 piezas necesarias

  1. Analizar la ofensa, piensa en el error que has cometido, el daño que has hecho, las emociones que sientes al respecto (tristeza, enfado, orgullo) y responsabilízate.
  2. Empatiza con la persona que has ofendido, piensa en el dolor que siente por tu acto, en cómo se está sintiendo y que necesita.
  3. Solicita el perdón, exprésate de forma breve introduciendo palabras cómo “lo siento”, “disculpa por”, “perdona por”. Muestra tu arrepentimiento sin dramatizar o exagerar. Muestra una disculpa sincera. Recuerda que vas a pedir perdón por un acto erróneo que has cometido y reconocer que te has equivocado.
  4. Escucha y reconoce la importancia de lo ocurrido. La otra persona está ofendida por lo que has hecho. Deja que exprese sus sentimientos. Acoge sus emociones con frases del tipo “lo entiendo”, “así es”…
  5. No te justifiques. Responsabilízate de tu acción ante la otra persona.
  6. No exijas el perdón. Sé paciente. Sé que te gustaría recibir el perdón cuanto antes, para calmar tu propia angustia pero, dale su tiempo para que pueda expresar sus sentimientos y pensar la decisión que quiera tomar: perdonar o no perdonar.
  7. Indaga cómo reparar el daño. Para solventar el daño, y que la persona pueda perdonar, tienes la opción de preguntar qué puedes hacer para arreglar lo sucedido. La persona ofendida en ese momento podrá o no podrá decirte cómo resolverlo. Si te lo dice, comienza cuanto antes. Si no es así, espera un tiempo para volver a intentarlo. Hay que esperar a que la persona ofendida decida qué hacer.
  8. Muestra sinceridad en tu intención de reparar lo sucedido. Implicándote en conseguirlo.
  9. Pide ayuda. Si te cuesta pedir perdón o tienes dificultades para reparar el daño, considera que cómo otros recursos y habilidades, podemos necesitar adquirirlas, y las psicólogas y psicólogos podemos ayudarte, indicándote estrategias y acompañándote en el camino.
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Recuerda que perdonar o solicitar el perdón, no es olvidar o negar lo ocurrido y sus consecuencias, sino que es un acto voluntario y responsable de re-conciliarte con la persona con la que se ha producido el hecho.

Tu eres quien estableces los límites de lo que puedes o quieres perdonar y/o solicitar perdón. Pero comprende que en la vida a veces serás quien hagas daño y otras quien lo recibes.

Saber perdonar, al igual que solicitar perdón, es una habilidad notable, que se puede desarrollar. Espero que los beneficios de esta capacidad te animen a pedir perdón por tus errores y también a tener empatía y comprensión con los errores de los demás.

Para terminar os invito a leer un fragmento de un texto de William Shakespeare que habla del perdón:

Aprenderás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas.

…Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de tu vida….

…Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodea tiene influencia sobre nosotros, pero nosotros somos los únicos responsables de lo que hacemos….

No siempre es suficiente ser perdonado por alguien, algunas veces tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo….

Editorial

Este artículo ha sido creado por el Equipo Editorial de Área Humana, dirigido por Julia Vidal. Todo su contenido –edición, texto e imágenes– tiene derechos de propiedad intelectual y no podrá ser reproducido sin el permiso expreso de Área Humana.
Han colaborado en el contenido:

Mariola Bonillo

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