(Tiempo de lectura 9 minutos) Soy un apasionado del pádel. Podría enumeraros muchos motivos para serlo, sin embargo, hay un factor que lo hace para mi muy especial… inigualable: la conexión emocional con tu compañero o compañera de equipo: el contagio emocional durante el partido.
Si habéis jugado al pádel reconoceréis las emociones: salvar un punto imposible, perder uno casi ganado, divertirse inesperadamente, liberar enfados desconocidos, sonreír a la derrota o ganar cuando creías que ya habías perdido… Y si recordáis estas emociones coincidiréis conmigo en que lo más significativo es cómo las compartes con tu pareja de juego, el intenso contagio de emociones que se produce, para bien… y en ocasiones, también para mal.