
¿Qué hay bajo las siglas TCA? La punta del iceberg
Índice de Contenidos
- Tres ejemplos de TCA
- ¿Qué es un TCA? ¿Es sólo un problema de alimentación?
- La perspectiva transdiagnóstica: ¿Qué se esconde tras los TCA?
- Revelando la parte menos visible de los TCA: los factores transdiagnósticos
- Perfeccionismo y TCA
- Baja autoestima y TCA
- Intolerancia emocional y TCA
- Dificultades interpersonales y TCA
- TCA: Cómo prevenir los factores comunes que no son tan evidentes y visibles?
- Gestionar el perfeccionismo
- Mejorar la autoestima
- Disminuir la intolerancia emocional
- Manejar la dificultades interpersonales
- Conclusiones
- Bibliografía
- Autora
- Puntúa y comparte
En un TCA, lo más evidente es la alteración en los hábitos y comportamientos relacionados con la comida, pero, ¿es sólo un problema de alimentación?
Las psicólogas y psicólogos expertos en Trastornos de la Conducta Alimentaria, sabemos que, para realizar una correcta evaluación de los factores presentes en el origen y mantenimiento de los TCA, tenemos que cambiar la perspectiva, mirar qué hay “debajo de la punta del iceberg”.
Laura, María y Alberto, son tres personas con TCA. Vamos a acercarnos a su experiencia con este trastorno…
Tres ejemplos de TCA
Laura acaba de cumplir 28 años. Tiene muchos amigos y amigas, una familia que la apoya, y un crecimiento profesional inmejorable. Está muy implicada en su trabajo, y dedica las horas que sean necesarias para obtener el máximo rendimiento.
Hace un tiempo que su familia la nota triste, apagada e irritable, “no parece ella”: “Laura era una persona muy sociable y cariñosa y desde hace unos meses parece que nunca acertamos cuando hablamos con ella, todo son malas caras”.
María está a punto de comenzar la adolescencia, tiene 12 años. El cuerpo de María está sufriendo muchos cambios, y ella no se siente a gusto con su apariencia física: dice que se ve fea, no le gusta su cuerpo y empieza a utilizar ropa ancha para ocultar su figura.
En casa notan que María come bien, igual que siempre, pero cada vez que se hace algún comentario sobre su apariencia física, su familia nota que esto le afecta mucho.
Alberto acaba de cumplir 18 años y comienza su etapa universitaria. Siempre ha sido una persona introvertida, y no ha mostrado un especial interés por conocer gente nueva, pero nunca le han faltado amigos, ni personas en las que apoyarse.
Ha tenido que mudarse a otra ciudad para cursar los estudios que más le ilusionaban, y eso ha implicado muchos cambios: una nueva ciudad, mayor dificultad en los estudios y conocer gente nueva.
Cuando Alberto se pone nervioso, tiende a comer más. ¿Es eso normal?
Alberto siente que no es capaz de controlar lo que come, y esto cada vez le hace sentirse más inseguro con su aspecto físico y a la hora de relacionarse con sus nuevos compañeros y compañeras, y se va aislando. No sabe cómo darle la vuelta a esta situación.
¿Qué es un TCA? ¿Es sólo un problema de alimentación?
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria, o TCA, son un conjunto de trastornos –los más comunes son la anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y el trastorno por atracón–, que comparten una preocupación excesiva por la figura y el peso, o un conjunto de actitudes o conductas disfuncionales, inadecuadas, hacia la comida y los hábitos alimentarios.
Según investigaciones recientes, la prevalencia de los TCA en España es de un 13%, siendo de entre un 0,9% y un 0,14% para la anorexia nerviosa, del 0,41% al 2,9% si hablamos de bulimia, y hasta un 1,9% para el trastorno por atracón (Prieto, Herrero-Martín, Montes-Martínez, M., y Jáuregui-Lobera, 2020).
El origen de estos trastornos es multicausal, es decir, no podemos aludir a un solo factor cuando explicamos el porqué de estos síntomas. Factores genéticos, emocionales, cognitivos, socioculturales, familiares… Cuantos más de estos factores se sumen, mayor riesgo habrá de sufrir algunos –o varios– de estos trastornos.
También es ampliamente conocida la influencia que los estándares socioculturales tienen en el origen y mantenimiento de los TCA, pero hay otro tipo de factores menos conocidos y muy importantes que también están en el origen, y sobre todo en el mantenimiento de las conductas y actitudes disfuncionales hacia la alimentación.
Para identificar y comprender los factores que originan un TCA o participan en un Trastorno de la Conducta Alimentaria es necesario ampliar el punto de vista. Y esto es lo que hace la Perspectiva Transdiagnóstica, uno de los más importantes e innovadores avances en Psicología: analiza e indaga en aspectos comunes a diferentes trastornos psicológicos.
Conozcamos cómo el transdiagnóstico, un innovador enfoque en Psicología Clínica, nos va a permitir conocer qué se esconde tras los TCA.
La perspectiva transdiagnóstica: ¿Qué se esconde tras los TCA?
Uno de los avances más notables en Psicología es el Modelo Transdiagnóstico. Esta perspectiva en Psicología se caracteriza por su enfoque integrador a la hora de evaluar y analizar los trastornos psicológicos.
En las últimas décadas se viene constatando que muchas dificultades psicológicas comparten una serie de factores comunes. Estos elementos comunes están en el origen, mantenimiento o evolución de esas dificultades.
La clave fundamental es ampliar la mirada de lo específico de cada desorden emocional, hacia lo común a todos ellos.
En relación a los TCA, Fairburn, Cooper y Shafran, llegaron a la conclusión de que, efectivamente, hay una serie de factores psicológicos presentes, comunes, decisivos, y que constituyen –siguiendo con nuestra metáfora–, la parte “oculta del iceberg”.
«Conozcamos cómo el transdiagnóstico, un innovador enfoque en Psicología, nos va a permitir conocer qué se esconde tras los TCA». Lucía Cortés, psicóloga sanitaria especialista en trastornos de la conducta alimentaria Clic para tuitearRevelando la parte menos visible de los TCA: los factores transdiagnósticos
Muchos de los autores especializados en TCA nos explican que la excesiva preocupación por el peso y la figura, o los hábitos alimentarios de restricción o sobreingesta –criterios diagnósticos compartidos por los TCA–, tienen en común una serie de procesos, de comportamientos, de variables o de sintomatología:
- Perfeccionismo.
- Baja autoestima.
- Intolerancia emocional.
- Dificultades interpersonales.
Volvamos a los tres ejemplos que detallábamos al principio del artículo, los casos de Laura, María y Alberto.
Vamos a explicar, desde el enfoque transdiagnóstico, cómo se manifiestan estas cuatro variables: perfeccionismo, baja autoestima, intolerancia emocional y dificultades interpersonales, en estos tres casos de TCA .
Perfeccionismo, baja autoestima, intolerancia emocional, dificultades interpersonales ✅ TCA 👉 ¿Qué hay bajo la punta del iceberg de los trastornos alimentarios? Clic para tuitearPerfeccionismo y TCA
Los rasgos perfeccionistas definen a aquellas personas que otorgan una importancia y necesidad desproporcionadas a la consecución de metas muy exigentes, a pesar de las consecuencias que ello pueda implicar (Fairburn, Cooper y Shafran, 2003).
Pensamos en el caso de Laura: muchas veces premiamos la dedicación y el alto rendimiento, pero, ¿somos conscientes de qué consecuencias está teniendo para Laura mantener ese rendimiento?, ¿a qué está renunciando?, ¿cuánta importancia tiene para ella el éxito laboral? Y, lo que es más importante, ¿qué consecuencias tendría para ella “fracasar” en esta área?
Baja autoestima y TCA
Las personas con TCA se descalifican constantemente por no lograr sus exigentes y peligrosas metas respecto al peso y la alimentación. Pero los problemas con su autoimagen van más allá de esto: los autores exponen que estas personas tienen una visión de sí mismas muy negativa, que pasa a formar parte de su identidad como algo permanente (Fairburn et al., 2003).
Por muchos éxitos que obtienen en las diversas áreas de su vida, nunca es suficiente, la baja autoestima permanece inmutable.
Recuperemos el caso de María. La adolescencia es una etapa difícil, que implica muchos cambios a nivel físico, pero también muchos desafíos en el plano social. En esta fase, el aspecto físico cobra un gran protagonismo en la representación de la valía propia y de los demás. Si María no cuenta con una adecuada autoestima al llegar a esta etapa, es probable que intente construirla erróneamente en torno a su cuerpo y aspecto físico. En este intento, es probable que María tenga que dañar el verdadero sustento de la autoestima: su autoconcepto, el cuidado de sí misma y sus necesidades –emocionales, nutricionales…–.
Intolerancia emocional y TCA
Las personas que sufren algún tipo de sintomatología alimentaria suelen presentar dificultades a la hora de manejar ciertas emociones, sobre todo las más displacenteras –el enfado, la culpa, la ansiedad…–.
La restricción, la sobreingesta o las conductas compensatorias, son algunos de los mecanismos a los que estas personas recurren para reducir o manejar el malestar que les generan estas reacciones emocionales.
Alberto siempre ha empleado la comida como forma de regular la ansiedad. Un hábito tan normalizado en nuestra sociedad que pasaría desapercibido en cualquier entorno.
Esta forma de regularse nunca ha supuesto un problema para Alberto, ya que sus estudios en el colegio no supusieron un gran desafío, y en general hasta el momento no había tenido que enfrentarse a ninguna situación que le generara grandes niveles de ansiedad. Sin embargo, esta nueva etapa está siendo especialmente desafiante, y, ante niveles tan altos de ansiedad, Alberto ha recurrido a la única herramienta que tiene para controlar las emociones desagradables: la comida.
Dificultades interpersonales y TCA
Las relaciones sociales influyen de una forma compleja y variada en los síntomas de TCA.
Las interacciones sociales ponen de manifiesto las inseguridades, y por ello pueden ser escenarios difíciles para las personas con TCA. Por otro lado, la comida es un elemento común a muchas de nuestras interacciones sociales: nos reunimos con nuestros familiares para comer, planeamos una cena con amigos…
Además, y sobre todo en ciertas etapas vitales, algunas situaciones sociales pueden generar niveles elevados de emociones displacenteras –querer gustar, iniciar nuevas relaciones, recibir una crítica de un amigo…–. Lo que nos lleva de vuelta a la necesidad de las personas con TCA de emplear la alimentación como forma de regularse ante los estresores “sociales”.
Si volvemos al caso de Alberto, nos encontramos con que él nunca ha tenido la necesidad de enfrentarse a entornos interpersonales que supusieran un desafío: siempre ha vivido en el mismo barrio, y su grupo de amigos y amigas lleva siendo más o menos estable desde que Alberto era pequeño.
Adaptarse a este nuevo entorno está suponiendo para él mayor ansiedad y empieza a percibir que quizá no cuenta con las suficientes habilidades sociales. De nuevo, la comida es el único recurso que Alberto ha encontrado para reducir todo este malestar.
Hemos identificado estos factores comunes, variables transdiagnósticas, en las tres personas con TCA que hemos puesto de ejemplo. Ahora la pregunta es: ¿Cómo podemos actuar y prevenir en relación a estos factores?
TCA: Cómo prevenir los factores comunes que no son tan evidentes y visibles?
Como hemos comentado anteriormente, los TCA tienen un origen multicausal: son el producto de la confluencia de varios factores de riesgo, que, ante ciertos sucesos vitales estresantes –cambio de colegio, rupturas sentimentales, cambio de residencia, estancias en el extranjero…– llevan a ciertas personas a pensar, sentir y actuar de una manera determinada.
Tenemos que tener en cuenta que, como se refleja en los casos de Laura, María o Alberto, los síntomas alimentarios no son conductas aleatorias o erráticas que las personas ponen en marcha porque quieren, sino que son una manera que han encontrado para sentirse mejor, y así gestionar unas circunstancias que escapan a sus mecanismos de afrontamiento.
Pero, ¿por qué lo hacen con la comida y no con otros recursos? ¿Qué factores diferenciales les llevan a un TCA y no a otros problemas?
En los últimos años, la restricción alimentaria y el ayuno son prácticas que se han asociado al logro de una apariencia física delgada. Esto se vuelve una meta ya que, según nos devuelven los ideales instaurados en la sociedad, un cuerpo delgado determinará la aceptación social y por lo tanto, la auto-aceptación (Toro, 1996).
Los síntomas de TCA se inician en una etapa de vulnerabilidad, donde la socialización, “salir al mundo” con el resto de nuestros iguales y ser aceptados y aceptadas, se vuelve algo central en nuestras vidas.
Si queremos prevenir los TCA en nuestros hijos e hijas, tendríamos que tener una actitud crítica hacia modelos de belleza ideales, ayudarles a entender los cambios que se producen en esa etapa en sus cuerpos, contribuir a que aprendan a aceptar un cuerpo normal y a disfrutar de lo que tienen fomentando otras cualidades y aspiraciones, diferentes a las puramente estéticas.
En ocasiones será necesario el asesoramiento de un especialista en Psicología, con formación en TCA, para orientarnos sobre cómo proceder en cada caso, porque dependiendo del momento, de la evolución, de las características de personalidad…, la intervención será diferente.
Veamos, brevemente, qué son y cómo gestionar estos cuatro factores.
Comprender los aspectos menos visibles de los TCA va a permitir a las personas afectadas, a los familiares y al entorno más cercano, actuar de forma más adecuada en el afrontamiento y superación de estos trastornos alimentarios Clic para tuitearGestionar el perfeccionismo
Para mantener a raya el perfeccionismo, será fundamental que cuidemos los mensajes que transmitimos a los niños, niñas y adolescentes.
Cuando premiamos en exceso los logros académicos, en detrimento de otras virtudes o habilidades, podemos generar la creencia de que “solo seré válido o válida, en la medida en la que saque buenas notas; en caso de que no lo haga, sentiré que no valgo”.
Es importante que los niños y niñas se sientan queridos, valorados y reforzados por quienes son, y no sólo por lo que logran. Por eso es fundamental que les ayudemos a identificar sus fortalezas y aquello que les hace únicos: tenemos que enseñarles que son valiosos independientemente de su rendimiento académico.
Cuando Laura era pequeña, no se le daban bien las matemáticas, sin embargo, era una niña muy creativa y cariñosa. Sus padres intentaron centrar los esfuerzos en felicitarla cuando conseguía sacar una buena nota en matemáticas, para así motivarla a mejorar. Por desgracia, a Laura le costaba mucho lograr estos objetivos y los premios eran escasos. Constantemente tenía la sensación de que fallaba, y que para sus padres sus esfuerzos nunca eran suficientes. En lugar de centrarnos en sus debilidades, quizá Laura habría agradecido que se premiaran además otro tipo de logros: que se la felicitara por ese dibujo tan bonito que había hecho, o por lo bien que se portaba con sus amigos y amigas.
Mejorar la autoestima
Si queremos contribuir a que nuestras hijas e hijos construyan una autoestima estable, debemos prestar mucha atención a la forma en la que nos comunicamos, porque esta será la manera en la que aprenderán a comunicarse consigo mismos y consigo mismas. No lo sólo es importante hacia dónde dirigimos nuestros mensajes, sino también cómo los formulamos:
- Con empatía: es la capacidad para ponernos en el lugar de la otra persona. Una escucha empática transmitirá el mensaje de que la persona que habla nos importa, y por lo tanto ayudará a que ella deduzca de sí misma que “es importante”.
- Con comprensión: un lenguaje comprensivo es aquel que se centra en entender a la otra persona y evita juzgarla o criticarla.
- Con compasión: implica una actitud comprensiva, pero además incluye la voluntad de conectar con el sufrimiento de la otra persona y ayudarle a aliviarlo.
- Con paciencia: se refiere a un estado de calma y tranquilidad cuando se espera. Por ejemplo, esta actitud puede ser muy favorable cuando observamos a nuestros hijos e hijas equivocarse, y les permitimos aprender.
Tenemos el privilegio de enseñarles cómo deben hablarse –diálogo interno–, y este lenguaje interno tendrá un gran impacto en el origen y mantenimiento de su autoestima.
Disminuir la intolerancia emocional
Las primeras etapas de vida tienen un papel fundamental en cómo aprendemos a relacionarnos con nuestros estados emocionales.
El entorno comprensivo y empático que mencionábamos anteriormente nos mandará el mensaje de que nuestras emociones son bienvenidas y válidas, y nos invitará a exteriorizarlas para aprender a regularlas.
Si por el contrario recibimos mensajes invalidantes, como por ejemplo “no llores, no estés triste, no te puedes poner así, no te deberían afectar tanto estas cosas…”, probablemente tenderemos a reprimirlas, y además no tendremos la oportunidad de aprender a manejarlas.
Es importante que nos comportemos como modelos de lo que queremos transmitir: que nuestros hijos y nuestras hijas nos vean llorar, enfadarnos, alegrarnos o preocuparnos, de una manera regulada, les ayudará a entender que sentir está bien, y que no tienen nada que temer.
La gestión emocional es crucial para el funcionamiento diario de las personas.
Manejar la dificultades interpersonales
En cuanto a las relaciones interpersonales, son varias las habilidades sociales que les podemos transmitir para prepararles para el entorno social:
- Fomentar en nuestros hijos e hijas la posibilidad y el derecho a decir “no” les ayudará a expresar sus necesidades y defender sus derechos, sin para ello tener que vulnerar los de los demás, cuidando la relación interpersonal.
- La asertividad será una habilidad fundamental para lograr, por ejemplo, que resistan a la presión de grupo, o cedan ante situaciones que no encajan con sus necesidades.
- Es importante que cuidemos la forma en que les comunicamos las críticas, para que puedan suponer una fuente de aprendizaje y no algo de lo que aprendan a defenderse. Debemos enseñarles a responder ante posibles ataques, confrontaciones o provocaciones que se puedan dar en las situaciones comunicativas
- También les ayudaremos si les acostumbramos a recibir alabanzas: esto facilitará que puedan tanto alabar a los demás como sentirse alabados, sin que esto implique vergüenza o culpa
Conclusiones
Los TCA, Trastornos de la Conducta Alimentaria, se expresan –en su forma más evidente– como un conjunto de conductas disfuncionales relacionadas con el peso, la figura o la alimentación. Sin embargo, no tenemos que perder de vista que estos comportamientos cumplen una función. Tenemos que dirigir nuestra atención a los factores que activan estos comportamiento, y que están más allá de las propias conductas «evidentes».
Si al tratar de ayudar a nuestra hija o a nuestro hijo con TCA, nos centramos en estas conductas, reprochándolas e insistiendo en que las cambien, sin comprender que son el modo –sin duda, no el adecuado, pero sí el único que conocen– para afrontan su elevado malestar emocional; podríamos generar sentimientos de culpa, frustración o miedo, y contribuir al problema, en vez de ayudar a resolverlo.
En los TCA es importante mirar más allá, ampliar la perspectiva, ver “qué hay debajo de la punta del iceberg”.
Hemos analizado cuatro factores que subyacen en estos trastornos alimentarios:
- Perfeccionismo.
- Baja autoestima.
- Intolerancia emocional.
- Dificultades interpersonales.
Contribuyamos a que nuestras hijas e hijos, o las personas cercanas, desarrollen fortalezas y habilidades para mejorar en estos factores esenciales, participando en la prevención de los Trastornos de la Conducta Alimentaria.
De este modo ayudaremos a que, en la etapas, situaciones o momentos en los que las personas son más vulnerables, sepamos afrontar las dificultades, las presiones sociales –modelos exigentes de belleza– o los inadecuados roles de género…., con una mayor resiliencia.
Y recordad que, las psicólogas y psicólogos, podemos aportar a ese esfuerzo, nuestra experiencia, conocimiento y especialización en TCA. Contad con la Psicología, si nos necesitáis.
Bibliografía
- Fairburn, C. G., Cooper, Z., & Shafran, R. (2003). Cognitive behaviour therapy for eating disorders: A “transdiagnostic” theory and treatment. Behaviour research and therapy, 41(5), 509-528.
- Prieto, J. F., Herrero-Martín, G., Montes-Martínez, M., & Jáuregui-Lobera, I. (2020). Alimentación familiar: influencia en el desarrollo y mantenimiento de los Trastornos de la Conducta Alimentaria. Journal of Negative and No Positive Results, 5(10), 1221-1244.
- Toro, J. (1996). El Cuerpo cómo Delito: Anorexia, Bulimia, Cultura y Sociedad.
Autora

Psicóloga General Sanitaria. Experta en Trastornos de la Conducta Alimentaria. Especialista en trastornos emocionales en adultos y adolescentes
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